viernes, 20 de julio de 2007

Más Allá de la Pobreza: Condición Humana y Desigualdad

Para la Revista Mensaje

Andrés Solimano*
10/Julio/2007

Quizás hay pocos conceptos tan elusivos como el de la pobreza. La medición estándar es comparar los ingresos de las personas o familias con el costo de una canasta mínima de satisfacción de necesidades básicas. La ventaja práctica de este método es que, en principio, se puede “medir” la pobreza y, si se creen los números obtenidos, estos pueden ser comparados en el tiempo y entre países para inferir avances o retrocesos en la “lucha contra la pobreza”. Por supuesto esta medida de la pobreza es prácticamente una caricatura de la condición humana. Más bien sirve para identificar situaciones de indigencia y vulnerabilidad alimenticia y de salud que, por supuesto, deben ser atendidas con celeridad y eficacia. La interrogante: Que constituye una buena calidad de vida o cuan felices son las personas? es un tema que ya preocupó a los filósofos griegos de la antigüedad como Platón y Aristóteles, a los utilitaristas como Bentham y Jevons, y a pensadores como Marx, Arendt, Sartre, Cohen y otros, que trataron de ir mas allá de las condiciones materiales de las personas para inferir felicidad, satisfacción y calidad de vida, identificando otras dimensiones relevantes como alienación versus auto-realización, el sentido de pertenencia a la familia y la comunidad, reconocimiento social, acceso a bienes estéticos, capacidades creativas, y la practica de la solidaridad social como medio de trascendencia moral. Obviamente ni la canasta de bienes de consumo y servicios mejor medida del mundo va ser capaz de reflejar, cabalmente, estas consideraciones. Sin embargo los gobiernos y las instituciones internaciones necesitan mostrar resultados de su acción y aparentemente la lucha contra la pobreza es capaz de movilizar consensos en torno a un objetivo, en apariencia inobjetable, pero que analizado con profundidad es un criterio en necesidad de profundas revisiones.
Es obvio que tarde o temprano la pobreza tenderá a desaparecer producto del crecimiento económico y de la presión social por mejorar la situación de los sectores populares y pobres. Ya lo indicó hace tiempo el famoso economista británico John Maynard Keynes quien escribió, en medio del pesimismo de la depresión de los años 30 un famoso articulo titulado The Economic Possibilities of our Grandchildren (Las Posibilidades Económicas de Nuestros Nietos). En dicho articulo Keynes mostraba que un país creciendo a una tasa razonable (3 por ciento por año para el Reino Unido fue su ejemplo) resolvería su problema económico, entendido como contar con los bienes materiales para cubrir las necesidades fundamentales de la población, en no mas de dos generaciones. Por supuesto la sociedad inglesa era menos desigual que la Chilena y por lo tanto derrotar la pobreza era más fácil aunque incluso los países ricos no pueden cantar victoria total en ese frente. Pero el punto de fondo es que el problema tenía solución.
La desigualdad.
Si el potencial económico de Chile (sobre todo ahora que somos mas rico por el cobre) da para resolver el problema de la pobreza a una velocidad mucho más rápida que la observada y si este problema efectivamente se resolviera serán los chilenos efectivamente mas felices? vivirán mejor? tendrán vidas mas satisfactorias? Ciertamente una parte importante del “problema económico” es lograr que la población se alimente bien y pueda satisfacer sus necesidades de consumo, abrigo, vivienda, salud. Sin embargo, una observación mas detenida del comportamiento humano revela que las necesidades se vuelven relativas y ahí el problema adquiere otro cariz. Lo relativo puede ser respecto a lo que tienen otros y entonces dependemos de la distribución de los ingresos y las oportunidades. También lo relativo se puede definir en relación a lo que cada cual tenía en el pasado (tener un TV blanco y negro era probablemente una enorme fuente de satisfacción en los años 60 para muchas familias pero hoy volver a un TV blanco y negro es un evidente retroceso para muchos). También lo relativo puede ser respecto a las expectativas de bienestar material futuro de las personas. En cualquier caso, pasando del umbral de satisfacción de sus necesidades básicas (este criterio obviamente también cambia en el tiempo), su felicidad y satisfacción la evaluarán en una perspectiva relativa.
Compararse no es solo un problema de “envidia” como algunos aducen para descartar la preocupación por el tema distributivo. Simplemente parte de la satisfacción (o frustración) de la gente se deriva de su percepción de vivir o no en un orden social justo, donde las oportunidades son razonablemente iguales para todos, donde la capacidad de esfuerzo individual y colectivo, el talento, la inventiva y la actitud frente al riesgo son los determinantes fundamentales de la capacidad de progreso económico y de generación de ingresos de las personas mas que los contactos sociales, la pertenencia a un partido político, la riqueza familiar o el origen social. Muchas veces la satisfacción con el entorno laboral, la capacidad de participación ciudadana, la inserción comunitaria y una vida familiar plena son más importantes que el acceso a los bienes de consumo. Lamentablemente nuestro modelo económico y las varas culturales de éxito que este modelo ha generado premian más el consumo que estas otras dimensiones.
Chile es una economía y sociedad con una distribución de ingresos muy desigual, bastante estable en el tiempo y que tiene mecanismos fuertes de reproducción y de preservación del status quo. Los datos sobre la desigualdad son bastante conocidos: mientras el 10 por ciento mas pobre captura poco más del 1 por ciento del ingreso nacional el 10 por ciento mas rico representa el 46 por ciento de dicho ingreso. Esta brecha se ensancha al comparar el 5 por ciento más rico con el 5 por ciento mas pobre. Esta dispersión se exacerba más aun si comparamos el 1 por ciento más rico con el 1 por ciento mas pobre. El coeficiente de Gini, una medida matemática para medir la distribución del ingreso (el valor cero representa perfecta igualdad y el valor uno desigualdad completa) era de 0.57 en 1990, alrededor de 0.56 en el 2003 y bajó levemente a 0.54 en el 2006 según los datos preliminares de la CASEN 2006. Estos niveles del índice ubican a Chile entre los países mas desiguales de América Latina una región ya con ingresos muy concentrados en el concierto internacional. Si se hace el ejercicio de sacar el 10 por ciento mas rico del cálculo del índice de Gini este baja a 0.38 un nivel cercano al promedio de la OECD. Es decir la desigualdad en Chile se asocia a una alta concentración de la distribución en los tramos de ingresos más altos y no debido a una pobreza muy crítica en los estratos bajos. Hay dos características adicionales de la desigualdad en Chile: una es que parece ser bastante insensible al ritmo de crecimiento económico y la otra que el advenimiento de la democracia en 1990 casi no afectó la desigualdad subsiguiente. En efecto, mientras Chile duplicó su ingreso por habitante en los últimos 20 años la desigualdad permaneció prácticamente constante; tal vez sucesivos aumentos en el grado de ingreso por persona y el nivel de desarrollo de Chile lleven a que esta disminuye, pero esto aun debe ser verificado. La segunda característica es que la restauración de la democracia en 1990 no ha llevado a ninguna reducción significativa de la desigualdad. Prosperidad y democracia, aparentemente, corren por un carril separado al de la desigualdad en Chile, lo que es un tema preocupante por las consideraciones anteriormente expuestas.
Porque la desigualdad resulta ser tan estable en nuestro país? podemos identificar cuatro factores, vigentes actualmente, que pueden calificarse como elementos reproductores e incluso reforzadores de la desigualdad;(i) una alta concertación de la riqueza de activos productivos, (ii) una estructura productiva caracterizada por un gran numero de empresas de menor tamaño que conviven con un numero reducido de empresas grandes de mayor productividad, con acceso a crédito, mercados externos y tecnologías, (iii) un sistema educacional con grandes diferencias de recursos y calidad entre educación publica y privada y (iv) una matriz institucional que tiene instituciones muchos mas fuertes encargadas de la estabilidad macroeconómica que de la gestión de la política social.
Las cifras son claras en mostrar concentración patrimonial por parte de grupos económicos e individuos en la banca, AFP, ISAPRES, el mercado accionario, industria farmacéutica, supermercados y otras. Esta concentración de propiedad ciertamente está relacionada con la concentración de ingresos corrientes que mide la encuesta CASEN la que básicamente mide ingresos laborales mas que los ingresos del capital.
Un segundo factor está asociado a una estructura productiva muy heterogénea y concentrada. Las mediciones del sector de micro empresas difieren si estas se miden según empleo o ventas; de cualquier forma, el sector es muy numeroso, su contribución al empleo total es cercana al 70 por ciento, su productividad es inferior a las empresas grandes y tienen una serie de restricciones al acceso a crédito, tecnología y mercados. En contraste el sector de empresas clasificadas como grandes es muy pequeño en tamaño: alrededor de 7000 establecimientos en comparación con cerca de 500 mil micro empresas (criterio ventas del Servicio de Impuestos Internos). Las empresas grandes tienen una alta participación en las ventas y realizan el grueso del esfuerzo exportador chileno, aunque son menos intensivas en empleo que empresas de menor tamaño. Estas dualidades productivas ciertamente están relacionadas con la concertación de ingresos antes documentada. Referente al sistema educacional los recursos económicos por alumno que dispone la educación privada son muy superiores a los que dispone la educación publica a la que van los hijos de los pobres y parte de la clase media; por otra parte las diferencias en rendimiento en las pruebas de selección universitaria están cercanamente asociadas al tipo de escuela que proviene el alumno, etc. Como el capital humano es una variable que influye decisivamente en la capacidad de generación de ingresos de las personas las desigualdades en el sistema educacional tienden a reforzar la desigualdad inicial de recursos entre los jóvenes y sus familias que sesgan su acceso a la educación pública versus la privada. Finalmente, la matriz institucional es importante para la preservación de posiciones de influencia y poder de las elites y además reflejan las prioridades de la política económica y social a través del aparato del estado. Chile tiene un sistema presidencial fuerte, con iniciativa legislativa concentrada en el ejecutivo y un sistema binominal que premia la permanencia de coaliciones en el tiempo (Concertación por la Democracia y Alianza por Chile) y castiga electoralmente a los partidos y grupos que están fuera de estas alianzas. Este sistema le ha dado a partir de 1990 una considerable estabilidad al sistema político chileno; sin embargo, este no favorece ni incentiva cambios sistémicos en la sociedad chilena que puedan afectar los intereses de las elites políticas dominantes. A nivel de institucionalidad económica y social se observa una mayor fortaleza e influencia de las instituciones a cargo de la política macroeconómica como el Banco Central y el Ministerio de Hacienda que de las instituciones a cargo del desarrollo productivo, de la política social y medio-ambiental. En efecto, la heterogeneidad institucional prevaleciente en Chile se refleja en la menor influencia, presupuestos más reducidos, menor dotación de profesionales e influencia dentro del sector público de los ministerios sociales (Educación, Salud, Vivienda) y de las políticas de desarrollo productivo y las políticas medio-ambientales. Otro tema que requiere más atención es la capacidad de entes como las Superintendencias de Bancos, de Sociedades Anónimas, de ISAPRE y de AFP, para regular con efectividad a agentes económicos de gran poder en la sociedad chilena. Pasar de un modelo concentrador a otro mas incluyente requiere remover y reformar estos factores reproductores de la desigualdad en Chile. El desafío es económico y político. La estrategia económica de la transición post-régimen de Pinochet fue hecha con el sostenimiento del modelo económico heredado, el que generaba una dinámica de crecimiento y apertura al exterior, pero fue reforzado su impacto de reducción de la pobreza medida en las formas tradicionales y en graduales mejoramientos de la protección social. Dicho modelo pudo ser el apropiado para los inicios de la transición. Sin embargo hoy Chile es un país mucho más rico y moderno en varios aspectos; en este contexto hay una ciudadanía más informada que eventualmente será menos tolerante a la concentración económica, la desigualdad y el poder de las elites. El desafío es como articular un nuevo modelo económico y social para Chile, reformado y ajustado. Este modelo debe combinar estabilidad, crecimiento y apertura externa con una nueva concepción más moderna y enriquecida del tema social y de un desarrollo genuinamente humanista que supere las visiones mecanicistas de la pobreza y se abra a las necesidades crecientemente más complejas de la población del siglo XXI. Para esto se requiere movilizar los instrumentos técnicos y el apoyo social que necesita un Chile menos desigual y más democrática.


: Economista Pontificia Universidad Católica de Chile y Doctor en Economía en MIT, Estados Unidos. Blog: asolimano@blogspot.com. Sitio: www.andressolimano.com

martes, 10 de julio de 2007

Transantiago. El Plan A y otras alternativas.


28/05/2007

A tres meses del lanzamiento del Transantiago se pueden distinguir tres propuestas para salir de la crisis del transporte capitalino: El Plan A, apoyado por las autoridades, apuesta a la viabilidad del Transantiago (TS) vía inyección de mas recursos del fisco, normalización del sistema de pagos del sistema, reducción de la evasión y aumento en el numero y frecuencia de los buses en circulación. El Plan B esbozado por el ex Presidente Frei plantea la superación del Transantiago y propone un rol mas activo del estado en el manejo del transporte de Santiago. Inicialmente anunciado como estatización por Frei este esquema tiene distintas variantes. Una es la intervención del TS hasta la normalización del sistema para dejar paso después a un régimen más permanente el que puede ser estatal, mixto o privatizado. También se ha planteado recientemente que el Metro opere con una división de buses expandiendo su campo de acción en un sistema integrado de tren –subterráneo y transporte colectivo de buses. Finalmente está el Plan C, apoyado por una parte de la Alianza y algunos analistas que sería una suerte de retorno al sistema pre-Transantiago, reestableciendo la malla de antiguos recorridos y quizás la vuelta de los antiguos micro-buses.

Cada plan tiene sus pro y contra. El Plan A tiene dos implicancias serias: primeramente, el costo de financiar la brecha de recursos del TS recae, hasta ahora, enteramente sobre las arcas fiscales y el Metro, una empresa estatal. Sin embargo el sistema se supone que es privado, con una AFT en que participan bancos comerciales (aparte del Banco del Estado) de gran capacidad financiera. Es una situación cualitativamente similar a la crisis financiera de los bancos de hace 25 años: rescate estatal de un sistema privado, aunque con la diferencia que ahora las entidades financieras que apoyan al TS son muy sanas y capitalizadas financieramente. La segunda dificultad es la apuesta a que solo realineando los incentivos monetarios a los operadores estos proveerán la cantidad y frecuencia adecuada de buses en circulación. En un contexto de incertidumbre sobre la demanda efectiva y sobre las reglas del juego no se debe descartar que los operadores privados mantengan su comportamiento actual; alternativamente estos buscarán un gran reaseguro mediante mayores tarifas o ingresos garantizados, lo que elevara más los costos de operación del TS. Lo que funciona en tiempos normales (incentivos) generalmente no funciona en épocas de crisis. Pasemos al Plan B. Este evita la redistribución fiscal hacia el sector privado del Plan A aunque obviamente también tiene un costo de recursos que habría que determinar. Por otra parte el tema de los incentivos adquiere una dimensión menos crucial ya que se supone operaria con provisión directa de buses. Sin embargo si parte de los servicios, por ejemplo de alimentadores se contratan al sector privado el tema de los incentivos vuelve a ser relevante pero a una escala mucho mas acotada que en el Plan A. La principal objeción que se ha hecho al Plan B es la posibilidad que una empresa estatal de transportes caiga en los vicios del clientelismo, la nominación política de personal, ejecutivos y directores y por ende no se garantice una gobernabilidad y eficiencia adecuada. Estos peligros son reales y la propuesta debe garantizar que esto no vaya a suceder, aunque la alternativa de una expansión de actividades del Metro sería en torno a una empresa estatal que ha funcionado, en lo grueso, con eficiencia. Finalmente, la opción C adolece del peso de los problemas del sistema antiguo como la contaminación, inseguridad y polución que se iban a remediar con el TS. Debemos ser capaces de discutir civilizada, informada y constructivamente las opciones abiertas ante un tema tan trascendental como el del transporte.

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* Economista UC y Doctor en Economía del MIT.