lunes, 2 de julio de 2012

Revista Mensaje

Rescates Financieros en Europa: España, Grecia y la Crisis del Capitalismo Desarrollado.

Andrés Solimano Julio , 2012

El último episodio de la saga de la crisis Europea es el rescate financiero por 100 mil millones de euros al estado español para recapitalizar su sistema bancario por parte del llamado Euro-grupo de ministros de finanzas de la Unión Europea, anunciado el sábado 9 de Junio. Sin embargo la prima de riesgo de los bonos españoles no ha bajado después del rescate sugiriendo que este rescate es considerado por los mercados como insuficiente. Esta operación ha sido presentada por el gobierno de Mariano Rajoy como un “préstamo a una baja tasa de interés sin condicionalidad”, diferenciándose de los programas de rescate de Grecia, Portugal e Irlanda. Lo que gatilló este rescate, fue la delicada situación de la banca española y la incertidumbre de la elección en Grecia. La prima de riesgo de los bonos españoles en el momento de escribir este artículo seguía subiendo ante resultados de aumentos de morosidades con los bancos en España. Según un informe del Fondo Monetario Internacional los bancos españoles necesitan al menos 40 mil millones de dólares en nuevo capital y tienen carteras de mala calidad cercanas a 100 mil millones de euros. El rescate Español, a pesar de su foco estrictamente financiero, se agrega a los “rescates macroeconómicos” de Grecia por 240 mil millones de euros (con dos programas en el 2010 y 2012), Irlanda por 85 mil millones (2010) y Portugal de 78 mil millones de euros (2011). A diferencia de los otros programas el rescate español no fuerza, explícitamente, a recortar el gasto público, despedir trabajadores, elevar la edad de jubilación, subir impuestos y otras medidas contractivas. Aparentemente los países más grandes reciben un mejor trato (menos condicionalidad) que los más pequeños a la hora de recibir ayuda financiera del exterior. Sin embargo, España ya estaba implementando políticas de austeridad antes del rescate. Actualmente un cuarto de su fuerza de trabajo está desempleada y uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo, escogiendo muchos emigrar, en muchos casos a América Latina.

Las Dudas del Rescate Español y la Crisis Griega
El préstamo de los 100 mil millones de euros agrega cerca de 10 puntos porcentuales del PIB más de deuda elevando la deuda pública a cerca de 80 por ciento del PIB. El estado español tendrá, en el futuro, que pagar más intereses por su incrementada deuda pública, desplazando otras prioridades como el gasto en educación, salud, seguro de desempleo y la inversión pública. La crisis española, como varias de las ya de las mencionadas, no es una consecuencia de la existencia del estado bienestar, el que por demás ha existido por décadas, sino de la expansión enorme de la deuda asociada al boom inmobiliario y a una inflación de precios de activos (propiedades, bonos, acciones) durante la fase de boom económico anterior al 2008. La corrección del valor inflado de los activos, que supuestamente respaldaban la deuda ha evidenciado el verdadero “emperador sin ropas” que había detrás de sistemas financieros sobre-dimensionados y especulativos. Para evitar una contracción del crédito generalizada y quizás una corrida de depósitos, se han diseñados estos programas de “rescate”, que mas bien son de hundimiento, al pasarle al estado las cuentas de las farras del sector privado. Es la clásica socialización de perdidas tras una fase de privatización de las ganancias observada en muchas crisis anteriores en el mundo. En España, cuando las cajas (bancos de ahorro que en gran parte financiaron el boom inmobiliario) entraron en problemas se fusionaron en un gran banco llamado Bankia. Para dirigir este banco se nombró como su presidente a Rodrigo Rato, ex Director-Gerente del FMI; no obstante este funcionario debió renunciar recientemente al salir a flote las pérdidas de Bankia, presentadas como utilidades en el balance del 2011. En la actualidad el Banco Bankia tiene necesidades de caja superiores a 20 mil millones de euros y el caso se convirtió en un escándalo (un anterior Director- Gerente del FMI, el francés DSK, ha enfrentado otros escándalos y procesos judiciales por abusos sexual). Por otra parte es interesante observar el ágil repliegue de bancos de gran calado como el BBVA que anuncia la venta de sus rentables negocios de las administradoras de fondos de pensiones privadas en Chile, Perú, Colombia y México. Por su parte el poderoso grupo Santander ha venido realizando consolidaciones y ventas de participaciones accionarias en bancos en el Reino Unido, Brasil, Estados Unidos y otros. Para ambos consorcios bancarios América Latina es decisiva como fuente de altas utilidades a nivel consolidado y de un ambiente propicio, hasta ahora, para los negocios. El caso Español es muy relevante al ser una economía de gran tamaño (la cuarta en importancia en Europa) y con múltiples conexiones con América Latina y Chile, tras su intento “reconquista económica” de la región en los últimos 20 años a través de la muy agresiva política de inversiones externas de los bancos mencionados y las multinacionales españolas operando, principalmente, en las telecomunicaciones y la energía. La crisis europea se inscribe en un patrón más amplio de crisis financieras que se han constituido como uno de los rasgos salientes del capitalismo globalizado, de carácter neoliberal, que surgió desde la década de 1980. La lista es larga e incluye la crisis de la deuda externa de América Latina a partir de 1982, la crisis de las cooperativas de ahorro y préstamo en Estados Unidos (savings and loans crisis), la crisis de los bancos en varios países escandinavos a inicios de los 90, la crisis en Japón, la crisis Mexicana de 1994, la crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998, la crisis Argentina y de Turquía en 2001-2002 seguida por la gran crisis financiera y posterior recesión en 2008-09 y su secuela de alta inestabilidad y crisis en Europa, la que se ha agravado en el primer semestre del 2012, particularmente en Grecia y en especial en España. La impronta de los últimos 30 años ha sido la dominancia de un capitalismo financiero, con fortalecimiento de las elites económicas y el surgimiento de una clase global de super-ricos (ver listado de billonarios globales de la revista Forbes). En contraste es evidente debilitamiento de las clases trabajadoras y sus organizaciones sindicales y la aparición de una clase media heterogénea, consumista y desideologizada. Se ha avanzado en la privatización de la educación, la salud y otros servicios sociales y se ha debilitado la democracia participativa. En un ambiente de confusión conceptual ante una realidad muy cambiante, con el resquebrajamiento de las aparentes certidumbres del neoliberalismo, también han surgido también movimientos sociales de carácter autónomo a nivel nacional y globales críticos de la globalización neoliberal. El triunfo en Grecia de Nueva Sociedad, de centro derecha, en la elección del 17 de Junio con una plataforma moderadamente pro-austeridad, no ha calmado a los mercados ya que el equilibrio político en Grecia permanece incierto y las condiciones de la economía muy frágiles. Un escenario probable parece ser una renegociación del programa de ajuste de Febrero 2012 en condiciones menos duras de ajuste. También Europa “puede dejar” caer a Grecia, forzándola a salir del Euro y concentrarse solo en rescatar a España e Italia.

Crisis Económica y el poder de las elites.
La crisis del 2008-2009 en Estados Unidos y sus repercusiones en Europa y a nivel global, fue el fin de un periodo de expansión de más de 25 años, acompañada de desequilibrios fiscales, de cuenta corriente de balanza de pagos y sobre todo de un alto endeudamiento de las familias, el gobierno y las empresas. Particularmente notoria, en este periodo, ha sido la influencia no solo económica sino también política del sector financiero (Wall Street en Estados Unidos, la City en Londres, los bancos en España, Francia, Alemania y otros). Las puertas giratorias entre ejecutivos y asesores de los bancos, ministros de hacienda, gobernadores de Bancos Centrales y reguladores crearon un cerrado círculo, una elite tecnocrática-política, que ha terminado suplantando los mecanismos naturales del sistema democrático por los intereses de la banca y las grandes corporaciones. Los ejemplos del exclusivo circulo abundan: el Presidente Obama, del partido demócrata, en Estados Unidos tiene más oficiales provenientes de Wall Street que cualquier otro de los gobiernos precedentes, incluidos aquellos encabezados por presidentes republicanos. Mario Dragui fue alto ejecutivo de Goldman Sachs antes de ser gobernador del Banco de Italia y más recientemente asumir como gobernador del Banco Central Europeo. El primer ministro Lucas Papademous en Grecia también tenía conexiones fuertes con el sector financiero y la academia. Una característica del proyecto del euro es el desmedido poder que han asumido las instituciones supra-nacionales que no rinden cuentas ante ningún electorado como son el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y la Comisión Europea, CE. Esta troika ha sido capaz de imponer medidas de austeridad con amplios impactos sobre el crecimiento, el empleo, los salarios, los beneficios sociales. Recientemente Berlín y la Troika han convencido a los gobiernos Europeos de firmar el Tratado de Estabilidad, Cooperación y Gobernanza en Febrero del 2012, el que aún está pendiente de aprobación por los parlamentos nacionales. Este tratado pone una camisa de fuerza a la política fiscal a nivel constitucional y disminuye las atribuciones de a los parlamentos nacionales y el parlamento europeo en las decisiones fundamentales de política fiscal y económica de los países de la EU. La troika, en el 2011, promovió la remoción de los primeros ministros en Italia (Berlusconi) y Grecia (Papandreu). Ambas autoridades cayeron en desgracia y debieron renunciar al quedar sin “piso internacional”. La troika, no el electorado en sus respectivos países, decidieron que estos eran lideres sin fuerza ni credibilidad para imponer políticas de austeridad en sus países, lo que dejo en evidencia la debilidad de las instituciones democráticas de estos países y el poder político real de estas instituciones supra-nacionales y de la canciller alemana Angela Merkel.

Perspectivas y desafíos en la actual fase de la crisis Europea.
A mediados del 2012 los puntos más neurálgicos de las crisis económica Europea se concentran en España (con un rescate que no convence) y en Grecia (con Europa balanceando si es más caro ayudar a este país a quedarse en el Euro que a salirse). Las primas de riesgo de los bonos del gobierno de Italia permanecen muy altas sugiriendo que puede ser el próximo candidato a un rescate de la unión europea y el FMI. En la actualidad no hay consenso en Europa sobre cómo salir de la actual crisis. Las políticas de austeridad de menor gasto público y mayores impuestos son recesivas, empeoran los ingresos fiscales y hacen más difícil pagar las deudas. Se pide un cambio a políticas pro-crecimiento. Por otra parte, se ha sugerido la creación de una unión bancaria europea con un ente regulador central de la UE. También se pide la emisión de euro bonos. En la actualidad el Banco Central Europeo no puede prestarles directamente a los gobiernos pero si puede prestarle a los bancos comerciales (a una tasa muy baja) que vuelven a prestar estos recursos a tasas más altas y hacen una ganancia adicional. También se plantea la necesidad de una unión fiscal y al final una especie de gobierno supra-nacional. La democracia también se tensiona. El alto desempleo, los recortes de beneficios sociales y las frustraciones de la juventud son caldos de cultivo para el populismo, la xenofobia, la intolerancia y la violencia. Además esta crisis se desarrolla en contextos de alta desigualdad y poder de las elites. Ya se observa un fortalecimiento de los grupos de derecha radical después de las elecciones en Francia y las elecciones griegas. Por otra parte, la izquierda no social-demócrata también ha crecido en Francia (Melenchon) y Grecia (Tzipras). La actual coyuntura también evoca los fantasmas de la historia en que el nacimiento del nacional socialismo en Alemania y el fascismo en Italia en los años 1920s y su ascenso en los 1930s coincidieron con severas crisis económicas en Europa. Otra fuente de tensiones en Europa es la hegemonía de Alemania en el manejo de la crisis. El triunfo de Hollande en Francia refleja probablemente un intento de contrarrestar la fuerte influencia Alemana, recuperando un liderazgo más independiente el que fue sacrificado por Sarkozy al alinearse incondicionalmente a los dictados de Angela Merkel. La ausencia de Gran Bretaña, que no optó por el euro hace una década y siguió con la libra esterlina es también notoria. Otro punto de vulnerabilidad es la ampliación de las fragilidades financieras de la periferia Europeo (Grecia, Irlanda, Portugal) a naciones de mayor tamaño económico como España e Italia. Esta película aun no llega su fin y aun muchos desenlaces son posibles para este drama europeo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Crisis Economica y de Liderazgo en Estados Unidos y Europa: Hacia Donde Vamos?

Revista Mensaje, Septiembre 2011

Andrés Solimano


Las economías avanzadas, otrora modelos de prudencia y seriedad macroeconómica y financiera, están en una crisis sin precedentes cuya magnitud se compara con aquella de la década de 1930. Esta crisis es múltiple: de confianza, de excesivo endeudamiento, de sustentabilidad fiscal, de desempleo, de representatividad, liderazgo político y de visión estratégica. Hoy pasan cosas que antes eran impensables: las agencias clasificadoras de riesgo rebajan el grado creditico “premio” (AAA) de los bonos de Estados Unidos, hasta hace poco, refugio seguro ante cualquier crisis; revisiones estadísticas recientes indican que las cifras del Producto Interno Bruto de EE.UU de los años pasados estaban sobre estimadas, exagerando la recuperación post-crisis del 2007-2009. Aun más dramático, las luchas políticas parroquiales entre republicanos y demócratas estuvieron a punto de llevar a la cesación de pagos del estado norteamericanos, lo que hubiera creado una crisis nacional y global de proporciones insospechadas, al no acordar en forma temprana un aumento al límite de deuda del fisco. En Europa las cosas no están mucho mejor. El viejo continente está embarcado, desde hace más de una década, en el ambicioso proyecto de integración monetaria y política, del Euro y la Unión Europea. Hoy este proyecto está en crisis.
Las bolsas están volátiles y economías periféricas como Grecia, Irlanda, Portugal tienen niveles de deuda que, en sus actuales términos, los mercados descuentan como prácticamente impagables. Estas economías Europeas altamente endeudadas se han embarcado en programas recesivos de ajuste con el FMI --pagando un alto costo social y político interno -- y han debido acudir, para evitar una cesación de pagos, a sucesivos rescates financieras por parte de los gobiernos Europeos apoyados por el Banco Central Europeo. También hay dudas sobre la capacidad de pagos de las deudas de España e Italia. Un rescate financiero de estas economías de significativo tamaño excedería la actual capacidad de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (EFSF en ingles), el fondo de rescate del Euro creado por los países de la Unión Europea.

La Crisis de Liderazgo

La crisis actual en ambos lados del Atlántico es también una crisis de liderazgo intelectual y político. La clase política en Estados Unidos está, en gran medida, jugando sus cartas con vista a las próximas elecciones presidenciales del 2012. Por ende la elite política norteamericana presta insuficiente atención a los problemas que preocupan hoy a los ciudadanos: como volver a crecer, tener empleo, depender menos del crédito, sanear las finanzas públicas, garantizar la paz en el mundo. Desafortunadamente y como reflejo de lo disfuncional que se ha vuelto el sistema político de EE.UU, la “solución” a la crisis fiscal impuesta por los republicanos y aceptada por el Presidente Barack Obama pone todo el peso del ajuste en la reducción del gasto público y en la compresión de los beneficios sociales de la población pobre. Los legisladores republicanos y la elite económica que los financia y apoya han desarrollado una resistencia pertinaz a subir los impuestos a las familias con ingresos anuales superiores a los 250.000 dólares. Como lo han hecho ver calificados observadores como Paul Krugman y Joseph Stiglitz (ambos premios Nobeles de Economía) esta receta de ajuste fiscal unilateral (nada por el lado de los impuestos) es un ticket para el estancamiento prolongado y para hacer más difícil la reducción del sobre-endeudamiento del estado, las familias y las empresas norteamericanas. Por otra parte, las frustraciones de la población con las deudas, la falta de empleo y la inseguridad económica han hecho surgir una derecha muy radicalizada expresada en el Tea Party con posiciones conservadoras que arrastran al resto del partido republicano.
En Europa, la línea oficial en materias económicas de la EU es la austeridad para defender el Euro y restablecer el equilibrio de las finanzas públicas. Un caso peculiar es el de Reino Unido, país que no está en el área Euro y que bajo el Primer Ministro conservador David Cameron ha centrado sus esfuerzos en la austeridad fiscal, el alza de las matriculas en las universidades inglesas y el ataque al estado de bienestar. Lo anterior ha sido seguido por resistencia social y por recientes estallidos de violencia en Londres, Manchester, Birmingham y otras ciudades inglesas. El camino de la austeridad (que recae principalmente en los sectores medios y populares) en Europa seguramente postergará la recuperación del crecimiento, la reducción del desempleo y amplificará las enormes tensiones sociales que se han incubado en Europa. Políticamente, la mayoría de los países ha hecho un giro electoral a la derecha y van ganado fuerza grupos más extremos que son culturalmente intolerantes, anti-inmigración y xenófobos. Por otro lado el cuerpo social se ha reactivado. El movimiento de los indignados en España, país asolado por una tasa de desempleo promedio de 22 por ciento y de desempleo juvenil mucho más alta, muestra que la gente, antes lo llamábamos las masas, están despertando ante las fuertes tensiones que ocasiona la actual crisis sobre el tejido social, la falta de representatividad del sistema político y las políticas públicas que benefician principalmente a las elites.
La falta de liderazgo intelectual sobre cómo darle una salida a la actual crisis que afecta al corazón del sistema capitalista global no solo se da a nivel de los gobiernos nacionales y mecanismos regionales. Las instituciones financieras globales están también afectadas por una crisis de ideas y de legitimidad. El caso del FMI es sintomático. En Mayo de este año el Fondo enfrentó la renuncia, enviada desde una cárcel en Nueva York, de su máxima autoridad, el Director-Gerente Dominique Strauss-Kahn, por un escándalo de agresión sexual. Una institución así, que además ha sido incapaz de anticipar y solucionar las más de 100 crisis financieras ocurridas en las últimas tres décadas en el mundo en desarrollo y desarrollado, claramente no tiene fuerza intelectual, ni credibilidad moral y técnica para establecer una guía de navegación creíble para guiar una salida a la actual crisis. Sus programas de ajuste en los países de la Europa periférica son bastante tradicionales y hacen recaer el costo de la reestructuración económica en los trabajadores y la clase media, protegiendo a los bancos y las elites que llevaron a las crisis. Una cierta autocritica se ha desarrollado, sin embargo, dentro del FMI: su Oficina Independiente de Evaluación emitió a inicios del 2011 un informe lapidario sobre la incapacidad de la institución de anticipar la crisis financiera del 2008-2009 a pesar de los amplios recursos humanos y financieros a su disposición. Este informe apunta, entre otras causas, a la falta de enfoques analíticos inadecuados y a una cultura interna cerrada a ideas renovadas y autónomas provenientes desde fuera del Fondo. Habría que agregar a este informe que la estructura de poder dominante del Fondo, con EE.UU a la cabeza, hacen difícil esta renovación y autonomía.

Escenarios Posibles y Riesgos sistémicos

La actual crisis y volatilidad en las economías avanzadas ha creado una situación muy incierta. Varios escenarios son posibles. Un primer escenario posible es la perdida, a mediano plazo, de la hegemonía monetaria y financiera de Estados Unidos. En efecto hoy el dólar es una moneda debilitada por el persistente déficit externo y fiscal de Estados Unidos y por la incertidumbre de los mercados en la capacidad de sus autoridades de enfrentar la actual crisis. Es interesante notar, que casi no existen precedentes históricos en que un país cuya moneda sea la moneda de reserva para las transacciones internacionales sea al mismo tiempo una economía altamente endeudada con el resto del mundo. Por cuánto tiempo mantendrá Estados Unidos el privilegio de poder emitir la moneda con la cual están denominadas sus deudas? Asimismo la reciente degradación del estatus de “acreedor premio” para los bonos del gobierno Estadounidense es otra señal que su hegemonía financiera puede llegar a su fin. También Europa se debate entre la mantención, la desaparición o eventual contracción del área Euro si algunas de sus economías abandonan la moneda común. El fin del Euro, o su reducción a una moneda de escaso alcance, sería un golpe muy fuerte para el proyecto de integración de la Unión Europea y su influencia disminuiría como actor relevante en la escala mundial.
Es probable que las economías de ambos lados del Atlántico terminen en un equilibrio de estancamiento, desempleo, crisis social y parálisis política. Algo similar, en varios aspectos, a Japón en las décadas de los 1990s y 2000s. En Estados Unidos uno de los legados de la crisis del 2008-2009 y de los dos periodos de Busch y sus déficits fiscales es que hay pocos instrumentos para una reactivación creíble. Una política monetaria expansiva con bajas tasas de interés puede evitar una depresión de los precios de activos pero difícilmente será la vía para la recuperación del crecimiento. Por otra parte, los limites fiscales y políticos para una expansión del gasto público también disminuyen el arsenal de instrumentos para reactivar la economía. Un dólar débil que estimule las exportaciones puede ser la única salida para volver a crecer aunque crea otros problemas. En Europa, como ya hemos indicado, las políticas de austeridad y la ausencia de un mecanismo de depreciación del euro tampoco auguran una recuperación económica vigorosa. Asimismo, es difícil que la inversión privada, mágicamente, se reactive en un escenario de débil demanda interna e incertidumbre.

El balance entre economías desarrolladas y mundo en desarrollo.

En 1990 el 80 por ciento del PIB mundial lo generaban las economías avanzadas (el 20 por ciento el mundo en desarrollo). En el 2010, dos décadas después, solo el 60 por ciento del producto mundial lo generan las economías avanzadas. En contraste la contribución del mundo en desarrollo casi se ha duplicado, alcanzando el 40 por ciento del producto global. Las proyecciones de la OECD son que para el 2020 el mundo en desarrollo superará en importancia económica (aporte al PIB global) al mundo hoy llamado desarrollado. Este realineamiento de la importancia económica de economías en desarrollo y economías avanzadas es un cambio sistémico de primera magnitud. Este sigue la rápida expansión de China, la India y otros países y regiones en desarrollo en las últimas décadas. La actual crisis de las economías atlánticas solo acentuaran estas tendencias. Nos acercamos así a un mundo multi-polar en lo económico y geopolítico. Es posible que si China declara la convertibilidad internacional de su moneda, el Yuan, empiece a competir con el dólar como monda internacional de reserva en el mediano plazo, compitiendo con el euro (si este aún subsiste) y el yen Japonés. Estas sustituciones de monedas de reserva han ocurrido históricamente, como sucedió en las primeras décadas del siglo XX con la sustitución de la libra esterlina por el dólar. Por otra parte es probable que las exportaciones ya no sigan siendo el motor del crecimiento en China e India, dado el lento crecimiento del mundo desarrollado. Para seguir creciendo China e India requerirán de una expansión del mercado interno y una reducción de la desigualdad para incentivar el gasto genuino (no basado en deuda) de los grupos pobres y medios y así compensar el menor dinamismo exportador.
El potencial del comercio sur-sur ya es una realidad y le permite al mundo emergente seguir creciendo a pesar del estancamiento en el norte. La expansión de las relaciones económicas y la movilidad internacional en el “sur–global” se ha extendido también a la inversión extranjera directa y a las migraciones internacionales. Esto trae cambios geopolíticos y crecientes demandas por una nueva arquitectura institucional y financiera internacional y regional que refleje el cambio en la importancia económica de las economías emergentes. Este mundo en desarrollo y emergente hoy exige una mayor influencia en las decisiones internacionales de diversa índole. Hay importantes desafíos globales pendientes: la reducción de la desigualad económica entre países y al interior de las naciones, la disminución del sobre-endeudamiento global, el restablecimiento de la estabilidad financiera, el cambio climático, la reducción de la pobreza y las hambrunas, el fortalecimiento de la protección y la cohesión social y la democracia global.

El Escenario Internacional y sus efectos sobre Chile.

Como puede afectar el actual escenario a la economía Chilena? Estamos los “tigres de América Latina” inmunes y blindados a la turbulencias y los desequilibrios de la economía internacional? No es claro. Cuando caen las bolsas en el mundo también caen en Chile como se ha podido observar recientemente. Esto afecta el ahorro de la población a través del valor de los fondos de las AFP. Chile no pudo evitar el 2009 una recesión al igual que el resto de América Latina y el mundo a pesar de tener ahorros fiscales y usar políticas contra-cíclicas. Por el lado positivo, el país experimenta un crecimiento respetable y cuenta con flexibilidad cambiaria y recursos fiscales aunque esto no es garantía que seamos inmunes a la turbulencia internacional y los graves problemas del mundo capitalista desarrollado. La crisis actual es, en gran medida, la consecuencia de las políticas publicas seguidas en la era neoliberal caracterizadas por la desregulación financiera, la irresponsabilidad fiscal, el sobre-endeudamiento, todo esto acompañado de un poder desproporcionado de las elites financieras y económicas a costa de postergar las necesidades y aspiraciones de las clases medias y trabajadoras y la ampliación de la democracia. Los efectos muy nocivos de este modelo de economía y sociedad los estamos viendo hoy con gran fuerza no solo en el mundo desarrollado sino en otras partes del mundo también.

lunes, 1 de agosto de 2011

Migraciones Internacionales en América Latina. Situación, Desafíos y Perspectivas.

A. Introducción.

En años recientes, el tema de las migraciones internacionales ha venido a ocupar un lugar de preeminencia en la agenda de política pública en América Latina y el Caribe y en el mundo en general. En el año 2005, alrededor de 191 millones de personas – cerca de un 3% de la población mundial – estaban viviendo en países diferentes a su país de nacimiento. En términos cuantitativos el nivel actual de migración internacional es todavía relativamente modesto a una escala global, varios países receptores tienen una proporción de población extranjera superior al 10-15 % de su población. Además el efecto interno de la migración sobre el mercado laboral de los países receptores, el impacto de esta sobre las finanzas públicas, el diseño de las políticas migratorias, los temas de fuga de cerebros, los derechos de los migrantes y otros tópicos asociados al fenómeno migratorio son todos fenómenos que hacen la migración un tema complejo pero de alta relevancia.
La globalización actual es claramente asimétrica: mientras promueve el comercio de bienes y servicios y la movilidad del capital, es mucho menos liberal en cuanto a la movilidad internacional de personas en especial de trabajadores y personas de bajo ingreso. Los sistemas migratorios de los países receptores de altos ingresos son generalmente restrictivos y segmentados.
A pesar del costo humano de dejar los países de origen por falta de oportunidades económicas y a enfrentar condiciones inicialmente difíciles de inserción en los países de destino, las migraciones generan varios beneficios a los países de origen , de destino y a los migrantes y sus familias: brindan oportunidades de mejoramiento económico para los inmigrantes y sus familias, aportan una fuerza de trabajo generalmente joven y dinámica a los países receptores, contribuyen con capital humano escaso en el caso de la migración calificada y generan flujos de remesas para los países de origen de los inmigrantes. La migración da un impulso al capital humano el que se ha vuelto internacionalmente más móvil y expuesto a otras realidades más competitivas y desarrolladas, del que se beneficiarán los países de origen con la inmigración de retorno y con el contacto de los migrantes (profesionales, empresarios en el extranjero, trabajadores) con estos países. Por otra parte, también hay tendencias preocupantes como son las emigraciones de profesionales, en especial del sector salud, que en el caso de algunas economías del Caribe alcanza proporciones muy altas. También son nocivas las tendencias anti-inmigración en países desarrollados, las que son poco compatibles con un orden económico global, genuinamente abierto y libre.

B. América Latina como una región “exportadora “ de personas.

A pesar de las variadas restricciones a la inmigración en países receptores de altos ingresos, la región Latinoamericana es un “exportador neto” de trabajadores, profesionales y empresarios a países desarrollados (región de emigración neta); además hay crecientes flujos migratorios de personas, entre diferentes países de la región con distintos niveles de ingreso, oportunidades y grado de desarrollo económico entre ellos. Actualmente se estima que cerca de 26 millones de Latinoamericanos viven fuera de sus países de origen. De estos, 22.3 millones se encuentran en países fuera de la región (migración sur-norte) y alrededor de 3.5 millones viven en otros países latinoamericanos (migración sur-sur). Históricamente, América Latina no siempre fue un exportador neto de personas al resto del mundo. Entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX varios países de América Latina (principalmente Argentina y también Uruguay, Brasil, Chile, Venezuela y México) atrajeron inmigrantes de otras partes del mundo, muchos de ellos provenientes del sur de Europa, principalmente españoles e italianos además de personas provenientes del este y el norte de Europa. El movimiento de personas, en esa época, se complementaba con los flujos de capital hacia la región (inversión extranjera directa y de portafolio), con Inglaterra siendo la fuente más importante de recursos financieros externos en esa época, seguido por Alemania. Así, tanto el capital y el trabajo se movían del norte (Europa) al sur (América latina). Lo anterior contrasta con la realidad de las últimas décadas del siglo XX e inicios del siglo XXI en varios países de América Latina --incluida, por cierto, Argentina -- en que la conjunción de crisis económicas recurrentes, la inestabilidad política y la ampliación de las brechas de desarrollo con las economías avanzadas (que alguna vez fueron favorables a América Latina) hacían que las personas y el capital intentaran dejar la región.
En la primera década del siglo XXI , salvo por la recesión del 2009 asociada a la crisis financiera en el primer mundo, la región ha acelerado su ritmo de crecimiento económico, estimulada en gran medida por los altos precios de los producto básicos y commodities lo que puede disminuir los incentivos a emigrar en particular dada la falta de empleos, el estancamiento y la incertidumbre económica en los países del centro de la economía mundial como Estados Unidos y Europa que han seguido a la crisis del 2007-2009.
Las presiones a la emigración se reducen si la región sigue en una senda de desarrollo sostenido que crea buenas oportunidades a sus ciudadanos invirtiendo los excedentes de la bonanza económica actual en la formación y modernización de su capital humano, capital físico y la renovación de instituciones para adecuarlas a los nuevos desafíos del desarrollo, la competitividad y la globalización.

C. Crecimiento Económico, Situación Social y Migraciones.

La emigración internacional desde América Latina de los últimos 25 años, (un fenómeno que se observa, en dicho periodo, también a nivel global) coincide con un ritmo de crecimiento económico de la región solo moderado y ciertamente volátil. Como consecuencia de lo anterior, muchos países vieron aumentar sus brechas de desarrollo (diferencia entre el ingreso por habitante promedio de la región y el de países como Estados Unidos, España, Canadá y otros que son destinos preferentes para los emigrantes Latinoamericanos). En contraste, algunos países como Chile vieron acortarse estas brechas de desarrollo debido a una aceleración del crecimiento económico durante este periodo. La brechas de desarrollo, de oportunidades económicas y las diferencias de salarios reales entre distintos países crean poderosos incentivos para la migración internacionales tanto del sur al norte como sur–sur aunque en esta ultima también influyen factores como la cercanía geográfica, cultural y lingüística entre ellos.
La situación social y laboral de América Latina también crea incentivos para que las personas emigren en busca de mejores ingresos y oportunidades laborales en el extranjero. En efecto, la proporción de personas bajo la línea de pobreza no es menor (cercana a 37 por ciento de la población total, es decir más de 200 millones de personas). Además la región Latinoamericana sigue siendo un continente de alta desigualdad de ingresos. Un indicador como el coeficientes de Gini (va entre cero y uno, más cercano a uno más desigualdad) en varios países de la región exceden el valor de 0,5 (el promedio de la OECD es cercano a 0.38). En el mercado laboral, la situación de desempleo crónico, sub-empleo e informalidad que históricamente ha caracterizado a América Latina han generado históricamente y en el presente presiones a la emigración las que no son fáciles de revertir aun en un contexto de un mayor crecimiento económico. Como se indicó la actual crisis económica en países receptores de migrantes latinoamericanos como España y el incierto futuro económico de Estados Unidos están moderando las presiones a emigrar hacia esos países e incluso se observa una migración de retorno de Latinoamericanos en estos países, una disminución de las remesas e incluso una migración de nacionales de estas economías hacia América Latina.

D. Temáticas del proceso de migración internacional en una era de crisis y globalización

En mi libro International Migration in an Age of Crisis and Globalization, (Cambridge University Press, 2010), se destacan varios temas de carácter global referidos al proceso migratorio, que deseamos destacar brevemente en este articulo.
(a) Inestabilidad económica, nacionalismo y movilidad de trabajo y capital: Históricamente, la migración internacional y la integración económica han disminuido durante períodos de nacionalismo económico y político, intolerancia racial y hostilidad hacia los inmigrantes. Este fue el caso del periodo de entre-guerras (décadas de 1920s y 1930s) en el siglo XX. La historia enseña que cuando los países son afectados por ciclos de inseguridad e inestabilidad, tanto las personas como el capital buscan escape hacia otros países, postergando el desarrollo económico interno de sus países de origen y creando tensiones sociales no fáciles de manejar. Desde la década de los 1970s la frecuencia de crisis económica se elevó mucho en América, Latina, Asia, Europa del Este comparado con el periodo de aproximadamente 25 años que va desde mediados de la década de 1940 (posterior al fin de la segunda guerra mundial) y el colapso de las paridades de Bretton Woods a inicios de la década de 1970. En los años 2007-2009 la tendencia a las crisis financieras seguidas por recesiones alcanzó a países desarrollados como Estados Unidos y Europa y tuvo efectos globales de primera magnitud. Entre el 2010 y el 2011 estas crisis golpearon con particular dureza a los países de la periferia Europea como Grecia, Irlanda, Portugal y afectan a España también. En contraste, los ciclos de estabilidad, prosperidad y democracia promueven la inmigración de personas y la entrada de capital proveniente del extranjero, a estos países apoyando su crecimiento y desarrollo económico.

(b) Desigualdad Global y Migraciones: La evidencia histórica de largo plazo muestra que la desigualdad entre países (diferencias internacionales en niveles de ingreso por habitante y niveles de desarrollo) ha aumentado a partir de la segunda mitad del siglo XIX, tendencia que se acentuó, en distintos países y regiones durante el siglo XX. África se rezagó en sus niveles de desarrollo, a pesar que en la primera década del siglo XXI, este continente registro tasas respetables de crecimiento económico y sus perspectivas económicas futuras albergan espacio para un cierto optimismo de que la región pueda dar un salto hacia adelante en su potencial de desarrollo. América Latina en los últimos 50 años ha mantenido una participación constante en el ingreso mundial, aunque economías como Chile y otras han logrado aumentos importantes en sus niveles de ingreso per cápita en el último cuarto de siglo. Por otra parte economías de gran tamaño como China e India han acortado sus brechas con el mundo desarrollado y son hoy fuentes muy importantes de impulso a la economía global. Estas distintas tendencias han incentivado flujos migratorios desde países con salarios bajos a países con mayores salarios, aunque el proceso de convergencia internacional de salarios es aun débil por las restricciones a los flujos migratorios que caracterizan el actual ordenamiento económico internacional.

(c ) Diferencias en los circuitos de migración internacional entre los trabajadores y las elites: Una asimetría del proceso migratorio en la actual globalización es entre las facilidades para la movilidad internacional de la elite profesional, de conocimiento y la elite empresarial y el marco restrictivo que enfrenta la movilidad de los trabajadores y las personas con menores calificaciones. Este proceso lleva a una segmentación social y económica a nivel global que replica la segmentación existente a nivel nacional entre estos actores sociales y factores productivos. Identificamos como la “elite internacionalmente móvil” a aquellas personas con niveles superiores de educación, calificaciones especiales, conexiones sociales y habilidades empresariales. Estas personas incluyen, por ejemplo, ingenieros, académicos, expertos en tecnología informática, científicos, estudiantes de post grado, empresarios, artistas y escritores, personas relacionadas con los medios de comunicación y la tecnocracia de los gobiernos y profesionales de las organizaciones internacionales. Esta elite internacional de migrantes crea sus propios “circuitos” de migración y “ecosistemas” profesionales que favorecen su movilidad internacional. Uno de estos circuitos es el sector privado internacional, compuesto por corporaciones multinacionales y bancos internacionales que emplean ejecutivos y profesionales que se mueven entre los países según la política de recursos humanos interna de la corporación o banco. Otro sector es el “sector público internacional” compuesto por organizaciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las Naciones Unidas, la Unión Europa, el OECD (Organización para Desarrollo y Co-Operación Económica) que emplean economistas, expertos financieros, ingenieros, científicos sociales, muchos de los cuales provienen de países en vías de desarrollo. Los miembros de esta tecnocracia internacional han a menudo obtenido sus títulos de post grado (maestrías y doctorados) de universidades en Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y otros países. Estas instituciones también atraen a funcionarios que han trabajado anteriormente en altos puestos de gobierno en sus países de origen. Otro empleador de la elite de migrantes, particularmente científicos y académicos sobresalientes, son universidades y centros de investigación en países avanzados.
Los “trabajadores del conocimiento” gozan de regímenes de inmigración más favorables (visas, permisos de trabajo y requerimientos de entrada) que los que enfrentan los inmigrantes menos calificados que en su mayoría encuentran trabajo como obreros en el sector de construcción, servicios de limpieza y domésticos, jardineros y otros de los países receptores. Los migrantes menos calificados enfrentan períodos de espera más largos para obtener permisos de trabajo y estatus de residencia, sus derechos laborales están desprotegidos y muchas veces trabajan sin contrato de trabajo, por lo no tienen acceso a beneficios y derechos sociales.
(d) Impacto económico de la movilidad internacional de personas. Las consecuencias distributivas y de desarrollo económico de la movilidad internacional de personas para los países de origen y de destino son variadas. Para los países receptores (de destino) la elite de migración representa al menos dos beneficios principales: Primero, son un número relativamente pequeño de de personas – por lo tanto se evitan las presiones sobre los mercados laborales domésticos y servicios sociales asociados con la inmigración masiva de trabajadores y sus familias. En segundo lugar, estas personas tienen un gran potencial, debido a sus habilidades y conocimiento, de agregar valor económico en distintas actividades económicas, científicas y tecnológicas en los países receptores. Es por esto que a veces se les llama “migrantes de alto valor.” Este aporte es especialmente útil cuando los países de destino experimentan una escasez de recursos humanos cualificados en áreas críticas como el sector de tecnología de la información, en investigación y desarrollo, el sector de salud y otros que se necesitan para apoyar el crecimiento económico interno, mantenerse económicamente competitivo y proveer servicios sociales a la población.
De hecho, cada vez más, países de altos ingresos están instaurando regímenes de inmigración “selectivos” para favorecer la entrada de personas con niveles educativos más altos, habilidades escasas, conocimientos especiales, y dominio del o los idiomas del país receptor. Sin embargo, la inmigración de trabajadores de menores calificaciones es diferente. El número de inmigrantes es muy superior a los inmigrantes de elite por lo tanto la presión sobre los servicios sociales, la vivienda y los salarios de los trabajadores nativos es más serio. Así, surge un equilibrio delicado entre las necesidades que enfrentan las compañías y los hogares en los países receptores de altos ingresos por mantener sus costos laborales bajos por un lado y el impacto social, fiscal y cultural asociado con la migración masiva por otro lado.
En contraste, para los países de origen, la emigración de la elite los priva, al menos inicialmente después de la emigración, de la contribución de los empresarios a la creación de riqueza, de los profesionales y científicos que emigran a la generación y aplicación de nuevos conocimientos y en el caso de la emigración de personal médico de sus servicios en el sector de salud. Sin embargo, la fuga de cerebros puede convertirse en el futuro en una circulación de cerebros trayendo beneficios al país de origen vía aporte de capital fresco, conocimiento de mercados extranjeros, contactos internacionales, nuevas experiencias y conocimientos. La significancia práctica de estos efectos está sujeta a un debate continuo en la literatura sobre la migración internacional y varios de estos argumentos son revisados y críticamente evaluados en el libro.

( e ) El puzzle de las políticas y prácticas migratorios de los países ricos. La inmigración (incluyendo la migración irregular) se ha triplicado en los últimos 40 años, a pesar de las políticas restrictivas sobre la inmigración en los países receptores de inmigrantes. Las actuales políticas de migración en los países ricos son una mezcla de regímenes relativamente favorables a los migrantes cualificados (profesionales, personas con alta educación, inversionistas extranjeros) combinada con una densa burocracia de visas y permisos para la migración de trabajadores pobres, que constituyen la gran masa de inmigrantes extranjeros a los países desarrollados. Es evidente que los países grandes receptores de inmigrantes buscan evitar un marco multilateral migratorio que fije normas, códigos de conducta a los gobiernos y establezca derechos para los inmigrantes. Estos gobiernos prefieren mantener estructuras de mercado de trabajo dual en que coexisten migrantes con derechos laborales y visas de trabajo con inmigrantes pobres casi sin derechos laborales ni situación migratoria regularizada. La inmigración irregular (o ilegal) que constituye un régimen de facto y no de jure. Sin embargo este cumple una racionalidad económica clara: reduce los costos laborales en los países receptores al evitar el peso de la burocracia migratoria de visas y permisos de trabajo para contratar trabajadores extranjeros. La inmigración ilegal pone a disposición de los empleadores una especie de mercado spot, de trabajo barato pero sin derechos laborales ni mecanismos de protección social.

( f ) Mercados de remesas y su movilización para el desarrollo: En la última década el volumen de remesas enviadas a los países de origen por los inmigrantes ha aumentado sustancialmente, superando la asistencia oficial de desarrollo y la inversión extranjera directa para los países en desarrollo. En varios países, el ingreso de remesas es una fuente dominante de recursos que pueden ser movilizados para el desarrollo nacional, apoyando el consumo, la inversión (de menor escala), la financiación de la educación y la salud. En general los gobiernos deben mantener estos flujos con la mínima interferencia posible. Sin embargo, las remesas tienen un lado potencialmente adverso al crear una cultura de dependencia entre los receptores de las mismas que tiende a penalizar el ahorro, el esfuerzo laboral y el espíritu empresarial en la población receptora de estas transferencias.

E. Desafíos migratorios para los países de origen

El análisis del tema migratorio generalmente soslaya las responsabilidades de los países de origen en el tema migratorio. Al respecto destacamos algunos de estos:

(i) Insuficiente desarrollo económico como una presión a la emigración: La falta de desarrollo económico doméstico (crecimiento lento, inestable y desigual) y la escasez de empleos estables, de buena calidad y bien pagados son factores que inducen la emigración. El desafío para reducir las presiones a la emigración masiva es, en última instancia, lograr que los países se desarrollen, creando buenos trabajos y salarios atractivos en el país de origen para que sus nacionales no deban emigrar en busca de mejores condiciones económicas en el exterior. Por supuesto aun con una convergencia en los niveles de desarrollo entre países habrán flujos de emigración e inmigración pero estas presiones serán menos agudas y sus efectos menos dramáticos. En un esquema cooperativo de gestión de las migraciones internacionales las responsabilidades son compartidas. Los países de destino deben asegurar que sus fronteras se mantendrán abiertas a la migración internacional para fomentar la convergencia internacional de ingresos y salarios. A su vez, las naciones de origen deben fomentar su desarrollo económico y social interno, para acelerar el crecimiento, reducir las brechas de ingreso per cápita y detener las presiones para la emigración masiva a los países ricos.

(ii) Responsabilidades de los países de origen hacia la comunidad migrante. Las preocupaciones con las políticas migratorias de los países ricos no debieran hacer olvidar las responsabilidades de las naciones de origen hacia sus nacionales viviendo y trabajando en el extranjero. Los migrantes necesitan un cierto nivel de apoyo legal y económico por parte de sus gobiernos para facilitar su trabajo y vida en naciones extranjeras; este apoyo también les debiera permitir mantener una relación normal (por ejemplo para viajar, votar, etc.) con su nación de origen. Garantizar el acceso a un asesoramiento legal para la comunidad inmigrante, gratis o a un costo razonable, es una necesidad al que pueden contribuir los gobiernos, consulados, abogados y organizaciones sociales de migrantes

(iii) Democracia, gobernabilidad y diásporas: Además de los motivos económicos también existen factores políticos que llevan a la emigración. En gran medida, estos factores políticos están relacionados con la calidad del gobierno y la democracia en los países de origen. Alcanzar un desarrollo económico auténtico no es solo garantizar un mayor nivel de ingreso por persona sino también el tener instituciones y sistemas políticos efectivos que respeten los derechos económicos y sociales, la propiedad privada y la integridad personal. Otro tema migratorio de creciente importancia es el apoyo hacia la Diáspora. Como consecuencia de crisis económicas, cambios políticos, revoluciones y guerras hay una cantidad de Diásporas empresariales, de conocimiento o simplemente comunidades de bajos ingresos viviendo en otros países. Algunas de estas Diásporas son una importante fuente de conocimiento, capital y remesas, transferencias tecnológicas y contactos de mercados externos. Los gobiernos y las organizaciones de sociedad civil pueden jugar un rol importante en establecer vínculos sostenibles con estas organizaciones de Diáspora y facilitar su contribución al desarrollo de su país de origen.

F. Un contrato social global en torno a la migración internacional

El tema migratorio debe ser tratado como un desafío global. Así, un contrato social de carácter global en torno a un proceso ordenado y equitativo de migración internacional debe estar fundado en torno a un consenso sobre los beneficios y costos de la migración y ser acompañado por reglas e instituciones que regulen y fijen estándares para la movilidad internacional de las personas. El diseño práctico de un contrato social global sobre la migración tendrá que hacer frente a varios desafíos como la articulación y agregación de la heterogeneidad de intereses y la diversidad de visiones en torno al tema de la migración internacional.

Una consecuencia práctica de este contrato social sería la creación de una organización internacional cuyo foco fuera la migración internacional y el desarrollo. Actualmente, la Organización Internacional para la Migración (OIM) es la única institución que se especializa solamente en la migración aunque otros organismos internacionales tocan esta temática. Esta organización podría jugar un rol técnico en el diseño de estándares y monitorear su cumplimiento para ser utilizados como punto de referencia para el diseño y la actual implementación de regímenes de inmigración en países de origen y destino. Debe además tener el respaldo político de sus países miembros y contar con un adecuado sistema de representación para los países en desarrollo fuente de emigrantes y los países desarrollados receptores de los mismos. Todo ello recordando que finalmente la organización propuesta es solo un vehículo para lograr ese nuevo contrato social que es la clave.
Un elemento de un nuevo consenso migratorio debe reconocer que las políticas de inmigración no deben solo ser formuladas sobre una base nacional. Estas políticas deben considerar también sus implicancias bilaterales, regionales y globales en las cuales los intereses de los distintos actores tengan voz y participación en la definición de las políticas. La inmigración debe ser una parte integral de la globalización, pero mientras el actual proceso de globalización prioriza la movilidad internacional de objetos (bienes, capital, tecnología y dinero), al mismo tiempo relega a un segundo o tercer plano la movilidad de las personas es decir aquellos que deben estar en el centro de una globalización más humana y justa. De ahí la importancia del tema migratorio. Es necesario un enfoque integral de la migración internacional que combine elementos analíticos como aplicados de política pública orientada a lograr un sistema de migración internacional ordenada, eficaz y justa que el existente en la actualidad dentro de un orden económico verdaderamente global y equitativo.

Cultura y Economia en la era Neoliberal

1. Introducción.

La revolución económica de libre mercado cuyos inicios se pueden ubicar desde la década de 1970 en contextos aparentemente tan disimiles como Margaret Thatcher en el Reino Unido, Ronald Reagan en Estados Unidos, Deng Xia Ping en China, Augusto Pinochet en Chile ha sido continuada por gobiernos social-demócratas y conservadores en décadas posteriores también ha promovido (explícita o implícitamente) una revolución cultural. Los pilares de esta segunda revolución (la cultural) han girado en torno a una idealización del mercado, la propiedad privada y la legitimación del lucro como elemento dominante de la conducta económica de las personas. Este nuevo contexto cultural y clima de las ideas ha buscado impulsar la creación de riqueza a través de un modelo de capitalismo más radical y menos restringido por valores de comunidad, solidaridad, altruismo, y otros. Esta versión radical de la economía de mercado se ha denominado también como neoliberalismo.[1] Los experimentos neoliberales en varios países han generado una prosperidad macroeconómica y en otros casos crisis financieras. No obstante, un elemento común de varios de estos experimentos ha sido la desigualdad de ingresos y riquezas, la concentración económica y el aumento de las presiones sobre el medio ambiente.[2]
Este ensayo analiza, en forma sucinta, dada la complejidad del tema, la relación entre cultura y economía, que subyace a estos patrones observados de desarrollo económico y social, según distintas escuelas de pensamiento. El artículo considera el tema del lucro y el individualismo como mecanismos de conducta humana. El artículo presenta, en forma breve, diversas visiones teóricas de la relación entre valores, cultura y economía en autores como Karl Marx, Max Weber, Karl Polanyi, Daniel Bell y Albert Hirschman, analizando el alcance y limitaciones de tratar de elevar la lógica económica del mercado y el lucro a eje dominante y rector de la sociedad sobre la lógica política y de cohesión y estabilización social. El artículo termina con una breve discusión del alcance de las políticas culturales en una economía en desarrollo como la chilena. Se postula que además del muy importante objetivo de fomento y promoción de la producción y consumo de bienes culturales es necesario promover, desde la política cultural, un conjunto de valores amplios (comunidad, solidaridad, altruismo, respeto a la diversidad) e instituciones orientadas a proteger la sociedad, la familia, las comunidades y el medio ambiente de la acción irrestricta de los mercados y el beneficio (lucro) material usado casi sin contrapesos como un acicate para guiar la conducta humana.

2. La cultura en la teoría económica neoclásica y la práctica neoliberal.

La teoría económica neoclásica que exalta las virtudes del mercado y el individualismo --- y que actualmente domina sin contrapesos la enseñanza de la economía en las universidades en muchas partes del mundo incluido por cierto Chile --- basa sus análisis en la hipótesis del comportamiento utilitarista o “racional” de las personas. La teoría neoclásica se basa en los trabajos de autores como Jevons, Bentham, Marshall, Pareto que suponen que las personas actúan de forma de llevar al máximo su nivel de utilidad, satisfacción y ganancias monetarias en el intercambio y la producción. En esta concepción la felicidad de las personas es medida por el nivel de ingreso o consumo material de estas. En la visión neoclásica de la economía la busca de las ganancias y el lucro entendida como una remuneración del capital y la toma de riesgos por los empresarios no merece objeciones morales y culturales y es visualizada como la principal motivación para lograr la creación de riquezas.[3] Es una visión reduccionista y que choca con el sentido común de la verdadera naturaleza humana. Esta es ciertamente mucho más compleja que un comportamiento puramente racional en un sentido restringido ya que combina motivaciones altruistas con aquellas egoístas; hay contrastes y la generosidad coincide con la codicia, las pasiones y ciertos grados de la irracionalidad.
Naturalmente la visión de individuos egoístas y concentrados en su interés material de la teoría neoclásica no sugiere una preocupación por el interés social y el bienestar colectivo. Para superar esta objeción, se ha convertido en el enfoque de libre mercado una suerte de “verdad revelada” un párrafo --de los muchos --escritos por Adam Smith, pensador escoses del siglo XVIII. Smith en su metáfora de la “mano invisible” planteaba que no hay contradicción entre la búsqueda del interés individual y el bienestar colectivo. Así la búsqueda del interés individual llevaría a un bienestar para la sociedad como un todo a través de la eficacia del mercado. En este contexto, el individualismo y la competencia son transformadas de valores controversiales en virtud social. Sin embargo Adam Smith era un autor más complejo que su popularización posterior sugiere —tal vez algo parecido sucedió con Karl Marx, cuyos popularizadores eliminan sus complejidades y matices. En efecto Smith era además un Profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Glasgow en el siglo XVIII que escribía sobre temas éticos y morales y su influencia sobre el comportamiento humano.[4]
En cuanto a nuestra tema principal, en la teoría neoclásica también un rol asignado para los valores y la cultura: para que una sociedad basada en el intercambio funcione adecuadamente se necesita una ética de respeto de los contratos, de credibilidad y confianza por parte de los agentes del mercado. Este tema en la práctica se dificulta por la existencia de información asimétrica particularmente relevante en mercados complejos como los financieros en que se transan compromisos en el tiempo y en mercados como servicios educacionales y de salud entre otros.
La dominancia de las visiones económicas neoliberales, inspiradas en parte en la teoría neoclásica pero influidas por otras consideraciones también, en Chile a partir del régimen militar (consolidada en los posteriores gobiernos post-autoritarios), sirvió el propósito de intentar reorganizar la sociedad chilena en torno a los valores del individualismo, la competencia y el logro del bienestar material como ethos social dominante. Esta revolución cultural ciertamente representa una diferenciación con la tradición cultural chilena, influido tanto por la iglesia católica y otras denominaciones religiosas así como por distintas corrientes de pensamiento laico que históricamente fomentaban un comportamiento más orientado a la solidaridad social, la comunidad, el trabajo colectivo y la generosidad. [5]

3. Visiones alternativas

La economía y las ciencias sociales han formulado distintas teorías sobre el origen de los valores y la cultura y sus relaciones de causalidad con la estructura material provista por el sistema económico. Max Weber (1905 [2001]) destacaba la importancia de la religión -- en especial la ética protestante que premia el ahorro, el trabajo y la acumulación de riqueza --como un factor cultural clave en facilitar el desarrollo del capitalismo. En efecto, la transición de un sistema feudal y tradicionalista al capitalismo, necesitaba una nueva estructura de valores funcional a las necesidades de acumulación de capital, cambio tecnológico y movilidad social acelerada (ascendente y descendente) propia del capitalismo naciente, distinto al orden feudal basado en el origen divino de la autoridad y la tradición como regulador de las relaciones sociales. En Max Weber es claro que la causalidad iba desde los valores (afectados por las preferencias religiosas) al sistema económico. En contraste, Karl Marx (1848[1979]) había postulado una causalidad inversa (aunque estrictamente hablando Marx no hacia su análisis en términos de “causalidad”). En Marx es la estructura económica y las relaciones de producción la que influye decisivamente en las ideas, creencias y valores predominantes en la sociedad[6]. El deseo de la obtención de ganancias (lucro) juega un rol central en la acumulación y reproducción del capital. Así la circulación del capital se transforma en una fuerza modificadora (y destructora) de costumbres y valores tradicionales, relaciones sociales, familias, comunidades, entornos naturales y medio ambiente. Esta búsqueda casi desenfrenada de utilidades y ganancias también está detrás de las crisis económicas y financieras que ha caracterizado históricamente el sistema capitalista hasta el presente. Marx que también destacó la mercantilización del trabajo humano bajo el capitalismo—diferente al trabajo artesanal bajo formaciones económicas anteriores pre-capitalistas – enfatizó el tema de la alienación en la fábrica y el trabajo producto de las exigencias de la competencia y las relaciones humanas dominadas por el interés material.
Sin embargo, la popularización de Marx llevó a postular un determinismo casi mecánico entre base económica material y cultura. Esta relación fue reexaminada y reformulada críticamente por el pensador y dirigente político italiano de los años 1920s y 1930s Antonio Gramsci (fundador del ahora desaparecido partido comunista italiano) quien desarrolló el concepto de “hegemonía cultural”. El concepto de hegemonía cultural se refiere a que en una sociedad aparentemente libre y culturalmente diversa, las percepciones, ideas, valores y creencias de las clases sociales dominantes llegan a ser vistos como la norma, transformándose en los estándares de validez universal o de referencia –en otros términos se construye un “sentido común” en tal sociedad. Sin embargo, lo que es sancionado como creencias que aparentemente benefician a todos, en realidad benefician preferencialmente a un sector dado (clase o elite dominante).
Al contrario de lo prevaleciente en la tradición Marxista de la época, Gramsci atribuyó una gran autonomía a la esfera de las ideas y los valores para mantener la legitimidad de cualquier sistema económico-social, incluido por cierto el sistema capitalista. En efecto, según Gramsci, la importancia de las ideas puede ser mayor, incluso, a la de formas tradicionales de poder político basadas en la ley y la coerción física.
Existe una tradición en economía y ciencias sociales, además de en teología, que enfatiza los efectos negativos sobre la cohesión social de la preeminencia desregulada del mercado. En efecto autores como Karl Polanyi y Daniel Bell, [7] enfatizaron, desde perspectivas diferentes, que la estructura de ideas y creencias cumplen un rol fundamental al moderar y regular en el plano cultural y de los valores las tendencias negativas sobre la cohesión social, la familia, comunidad y el medio ambiente de sociedades excesivamente dominadas por el interés material y el fin de lucro.
Polanyi en su libro La Gran Transformación, -- publicado en 1944 al mismo tiempo que Camino de Servidumbre de Hayek,--- postulaba su tesis del “doble movimiento”: por un lado la extensión a través del estado de la lógica de mercado y el lucro a esferas a las que anteriormente este no llegaba (mercado de trabajo y de recursos naturales en su formulación original pero podríamos extenderlas actualmente a la educación , la salud, las pensiones )[8] y por otro un contra-movimiento (de reacción) representado por la acción de movimientos sociales de trabajadores, estudiantes, gremios , sectores ambientalistas que buscan proteger a la sociedad de las fuerzas desintegradoras del mercado desregulado. Estas formas sociales de resistencia social y cultural pueden ser diversas: critica intelectual, movilizaciones sociales, desarrollo de formas de organización productiva alternativas al lucro (cooperativas, empresas comunitarias) y otras. Históricamente, este contra-movimiento a la expansión incontrolada del mercado estuvo detrás de la aprobación de leyes laborales y sociales de protección social (salario mínimo, prohibición del trabajo infantil, pensiones, semana laboral regulada, etc.) y del desarrollo del estado de bienestar.
El tema de la relación entre cultura y mercado fue desarrollado por el autor norteamericano Daniel Bell en su clásico libro Las Contradicciones Culturales del Capitalismo. Bell identificó varias contradicciones del sistema: por una lado están las necesidades de cambio económico y tecnológico continuo del capitalismo, y la alteración que este cambio continuo introduce en las relaciones sociales y los requerimientos de estabilidad, predictibilidad y seguridad que buscan las personas y la sociedad. Una contradicción cultural del capitalismo identificada por Daniel Bell es entre mantener los valores de frugalidad, ahorro e inversión necesarios para que la economía crezca y las presiones que genera el capitalismo para crear una sociedad de consumo que absorba lo producido, invitando a las personas a endeudarse – es decir a des-ahorrar –para satisfacer necesidades de consumo y gratificación inmediata, alimentadas, en gran medida, por la publicidad de las empresas.
La relevancia de estas teorías o visiones para entender el Chile actual son evidentes. Por una lado es posible plantear que en desde la década de los 1970s y 1980s se intentó crear una sociedad de mercado en el sentido de Polanyi (los mercados se extienden a áreas y sectores mas allá de los tradicionales y la lógica económica domina sobre las lógicas políticas, culturales y sociales). Un ejemplo de esto es la incorporación, a gran escala, del mercado a aéreas como la educación, a la salud, las pensiones, la Televisión y otros medios de comunicación de masas, además de la precarización del mercado laboral. En línea con las teorías de Polanyi del contra-movimiento al mercado desregulado, es la emergencia en el Chile actual de un movimiento estudiantil y ciudadano crítico del lucro en la educación, que rechaza proyectos energéticos de gran escala en patrimonios ambientales como la Patagonia y en general fustigador de una excesiva mercantilización de las relaciones humanas y sociales.

4. Ciclos entre Acción Colectiva con Movimientos Sociales y Comportamiento Individualista y Conformismo.

Una distinción importante para nuestra discusión sobre valores y cultura es entre acción colectiva y movimientos sociales por una parte e individualismo y conformismo, por otra, como formas alternativas de motivación del comportamiento individual y social. En diversas partes del mundo, las décadas de 1960 y en parte la de 1970 fueron dominadas, en gran medida, por la acción colectiva: en 1968 se da el movimiento del Mayo francés, el “otoño caliente” Italiano, la primavera de Praga, el activismo estudiantil Mexicano (y su posterior represión previo a las olimpiadas). En la década de 1960 surge también el movimiento pacifista y hippie en Estados Unidos en torno a la guerra de Vietnam y la sociedad de consumo, se producen intentos de apertura política en países socialistas de Europa Oriental como la primavera de Praga y en América Latina se desarrollan movimientos sociales de reforma y cambio social a inicios de los 1970s (varios de relativamente corta vida como la Presidencia de Allende en Chile, Velasco Alvarado en Perú, Cámpora en Argentina, Juan José Torres en Bolivia y otros más allá del cono sur). Un elemento común a dichos movimientos sociales y políticos es la influencia mayor, respecto a décadas anteriores (los conformistas 1950s) de la motivación de acción colectiva y la busca de realización proyectos sociales más incluyente, igualitaria y pluralista. En contraste, está la “motivación de mercado”, con la búsqueda de la autorrealización en actividades privadas y de búsqueda de bienestar material a través del mercado. La década de los 90 calzaría en esta descripción. Naturalmente en cada periodo histórico ambas motivaciones (acción colectiva, mercado) se mezclan y superponen, pero una al menos tiende a ser más dominante.
Para entender mejor la naturaleza de estos ciclos de acción colectiva e individualismo y conformismo es útil referirse a un libro titulado Shifting Involvements. Private Interest and Public Action, ( Compromisos cambiantes. Interés privado y acción pública) escrito por Albert Hirschman a fines de la década de 1970 (y publicado en 1982). En dicho libro se buscaba entender por qué las personas, en ciertos periodos de sus vidas y de la historia de sus países, escogían dedicarse principalmente a actividades de políticas y de acción colectiva y en otros períodos se abocaban a actividades privadas, de mercado y de acumulación de riqueza (los que pueden lograrla). Es interesante constatar que el argumento de Hirschman es una variación sobre un tema que viene de Aristóteles, recogido por la filósofa Hannah Arendt en su libro La Condición Humana. En dicho libro Arendt elabora sobre la distinción entre “vida activa” y “vida contemplativa”. La vida activa podía incluir tanto una dedicación a asuntos públicos como al comercio y la industria. La vida contemplativa, a la que los griegos le otorgaban una valoración superior, era aquella dedicada al cultivo de la ciencia, el arte y el conocimiento. En Hirschman (1982) las personas pasan por ciclos de dedicación a la acción pública, seguidos por una dedicación dominante a la actividad privada y a las actividades enfocadas al mercado (el ciclo también puede ser en la dirección opuesta). Las motivaciones dominantes de la fase de acción colectiva son el “bien común” y los proyectos colectivos, según Hirschman.[9] Claramente esta fase implica un comportamiento que tiene un componente que va más allá del interés material y de lógica utilitaria y busca la trascendencia y la auto-realización vía una identificación con proyectos sociales colectivos, con valores como la solidaridad, responsabilidad social, aporte a la comunidad y a los otros.[10] [11] La segunda motivación en el ciclo de Hirschman es dedicarse a temas privados como la producción y acumulación de riqueza y el consumo. La teoría utilitarista y la economía neoclásica enfatizan esta motivación como el comportamiento dominante de las personas.
En una aplicación preliminar de este esquema para los ciclos de movimientos sociales y acción colectiva en Chile en las últimas décadas (con distintas motivaciones y agendas) pueden distinguirse los siguientes sub-periodos: 1967-73 (movimiento de reforma estudiantil, sindicalización, reforma agraria, socialismo) , 1983-1986 (protestas contra el régimen militar y demandas de democratización) , el 2006 (movimiento de secundarios, pingüinos) y el 2011(movimiento estudiantil y ambientalista, anti-lucro y cuestionador de la sociedad de mercado). Periodos de mayor individualismo y conformismo social (en diversos grados) se pueden observar en los periodos que median entre los ciclos identificados como de mayor activismo social y acción colectiva.

5. Reflexiones finales

Como sugiere este articulo, la relación entre cultura, economía y sociedad es compleja y cambiante en el tiempo. La teoría económica neoclásica asume que la cultura y las preferencias individuales son estables en el tiempo y que la motivación individualista de busca de satisfacción hedónica y ganancias monetarias domina el comportamiento del individuo. Los requisitos culturales para el funcionamiento del mercado serían, básicamente, una estructura de valores que apunten a honrar los contratos y a asegurar la credibilidad de las políticas públicas. Los enfoques neoliberales lo que ha hecho es llevar y extremar a nivel de proyecto económico y político la lógica del beneficio material y el mercado para la creación de riqueza, la prosperidad y el desarrollo.
Estas visiones, presentes y pasadas, han sido cuestionadas por autores de distintas corrientes de pensamiento. Marx reconoció el poder de creación de riquezas del capitalismo basado en la acumulación y expansión del capital y el cambio en las relaciones de producción pero enfatizó sus efectos destructivos de las formas tradicionales de organización social; enfatizando fenómenos como la alienación y la explotación social. Este autor también subrayó la importancia de la estructura económica en modelar la cultura y las ideas predominantes en la sociedad aunque identificó una interacción dialéctica compleja entre ambas dimensiones. Gramsci privilegió la autonomía de la cultura, las ideas y elaboró el concepto de hegemonía cultural de las clases dominantes como mecanismo de consolidación de su poder. Polanyi enfatizó el efecto destructivo sobre las comunidades, las familias y el medio ambiente de un mercado desregulado. Este autor relevó el caso en que la economía se “separa” de la sociedad cuando la lógica económica entra a dominar las lógicas políticas, sociales y culturales. Por su parte, el autor Daniel Bell hablaba de las “contradicciones culturales” del capitalismo. Este sistema, al crear un nivel de riqueza material capaz de sostener altos niveles de consumo, creaba simultáneamente una auto-complacencia en la población que desincentiva el ahorro, debilitando las bases financieras necesarias para tener un sistema capitalista productivo, vital y dinámico. Hirschman a su vez cuestiona la constancia de las preferencias individuales en el tiempo y destaca un sugerente ciclo entre acción colectiva y movimientos sociales activos seguidos por periodos de individualismo y conformismo social y viceversa.
Esta revisión de enfoques sugiere que una visión del desarrollo económico y social basada principalmente en la maximización del producto por habitante y en el logro del bienestar material y el motor del lucro como fuente dominante de la acumulación de riqueza es excesivamente reduccionista y no captura la complejidad cultural de las sociedades modernas. Estas insuficiencias conceptuales llevan a subestimar el tema de la desigualdad, la concentración económica y el deterioro del medio ambiente por el crecimiento rápido y no regulado. Además subestima la emergencia de movimientos sociales cuestionadores del libre mercado y de modelos de desarrollo poco incluyentes y desiguales.
El rol de las políticas culturales -- en su acepción amplia de cultivo y promoción de valores éticos además de la producción y consumo de bienes culturales, creativos y estéticos-- debiera ser la de promover una ética de comportamiento que vaya más allá de la obtención de ganancias individual y el consumismo. Una cultura de solidaridad, generosidad, acción comunitaria y austeridad puede ser un antídoto importante para el materialismo excesivo que rodea a una sociedad de mercado. De este modo, la política cultural puede jugar un rol importante en promover un equilibrio entre la lógica económica de mercado que es socialmente separadora aunque puede ser económicamente productiva y la lógica de protección de la familia, la comunidad, el medio ambiente que requiere la sociedad para su estabilidad y florecimiento. Asimismo el fomento de una cultura de ahorro y de emprendimiento son objetivos valiosos para impulsar el desarrollo económico pero debe ir acompañado también del fomento de la responsabilidad social y el respeto a la cohesión social y el medio ambiente. Las políticas de promoción de la cultura tienen una dimensión instrumental en el fomento de la producción de bienes culturales que contribuyen a generar valor agregado (cine, arte, industrias creativas de distinto tipo) acomodando la mayor demanda por bienes culturales (asistencia a galerías, museos, exhibiciones, libros) y la demanda por medios materiales para facilitar la expresión artística, literaria y estética de la población en especial en la niñez y la juventud. Estas demandas por bienes culturales y por mayores recursos para la promoción de la cultura son correlatos de la elevación del ingreso por habitante y de un mayor nivel de desarrollo económico. Una síntesis creativa entre cultura y desarrollo es necesaria para construir una sociedad democrática que sea económicamente dinámica, socialmente equitativa y sustentable ecológicamente.

Referencias

Bell, D. (1976), The Cultural Contradictions of Capitalism, Basic books: New York.
Harvey, D. (2005), A Brief History of Neoliberalism, Oxford University Press.
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[1] Ver Harvey (2005) y Peck (2010).
[2] Muchos países viven una modernidad de contrastes: la población tiene acceso a un conjunto amplio de bienes de consumo durables y servicios (productos electrónicos, autos, viajes, ropa, conectividad a internet, uso de teléfonos celulares y otros muy superiores a otras épocas) pero al mismo tiempo se ha construido una sociedad de consumo basada, en gran medida, en el crédito y el endeudamiento de las personas y las familias. Con una distribución del ingreso concentrada y salarios al menos modestos, el consumo de las clases medias y los sectores populares tiende a descansar excesivamente en el endeudamiento. A su vez, se ha observado una excesiva segmentación en el acceso a la vivienda y de los servicios sociales como la salud, la educación según la capacidad económica de los usuarios y las ciudades se han poblado de barrios segregados, incomunicados y separados por niveles de renta de sus habitantes.
[3] La teoría utilitarista es más apropiada para explicar comportamientos de las personas en los mercados en que se realizan transacciones económicas que en esferas distintas al mercado como la familia, el estado y las organizaciones de la sociedad civil (sin fines de lucro) como clubes deportivos, fundaciones filantrópicas, centros de investigación, asociaciones gremiales y otras. En estas esferas de acción la búsqueda del interés material no es la consideración principal del actuar de las personas.
[4] Ver por ejemplo A. Smith (1759 [2007]). .
[5] Ver Solimano (2012, por aparecer).
[6] Este tema ha estado siempre presente en el pensamiento social de la iglesia católica y de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI (este último incluso cita en su último libro, ver Benedictus XVI, 2007, el concepto de alienación de Marx). El Vaticano históricamente ha desconfiado de las consecuencias morales del capitalismo, además del comunismo, por sus efectos disruptivos sobre los valores al enaltecer la búsqueda de lucro, el individualismo y la auto-realización vía el consumo material.
[7] Ver Polanyi (1944 ), Bell (1976).
[8] Polanyi se refería a los mercados de trabajo y tierra como “mercados ficticios”.
[9] En el razonamiento anterior de cambios de motivación entre la actividad individual dedicada a la esfera privada y a la esfera pública, subyace el supuesto de que la estructura de valores y preferencias cambia en el tiempo. Lo anterior es en contraste con la teoría utilitarista que supone la estabilidad y exogeneidad de estas preferencias.
[10] Las distorsiones de una dedicación a “los otros” se muestra nítidamente en una reciente película titulada La vida de los otros que recrea la vida en Alemania Oriental en el periodo comunista en que la vigilancia y espionaje de la vida de los ciudadanos (los otros), para fines de control político, alcanzaba proporciones desmesuradas y ahogaban las posibilidades de realización individual y el ejercicio de la libertad.
[11] Una interpretación alternativa de la motivación humana para entrar en la acción colectiva, basada en la teoría económica de la política y de la corrupción asociada con el trabajo de Anne Krueger , James Buchanan, Gordon Tullock y otros atribuye la motivación de la acción pública como la búsqueda de poder político como una fuente de obtención de rentas, privilegios, además de prestigio (ver Solimano, Tanzi y del Solar, 2008).

martes, 30 de marzo de 2010

Desigualdad Social en Chile

Versión Revisada
Articulo para la Revista Hemiciclo de la Cámara de Diputados

Desigualdad Económica y Contrato Social: La Experiencia Chilena
Andrés Solimano[1]
Marzo 09, 2010

Resumen
Chile ha tratado de definir un contrato social en varias direcciones en las últimas cuatro décadas, pasando por la “revolución en libertad” de los 1960s, la “vía chilena al socialismo” de inicio de los 1970s, la “economía social de mercado” del régimen militar y el “crecimiento con equidad” de los 1990s (lema abandonado en los 2000s). Una constante de la experiencia neoliberal Chilena (tanto en sus variantes en autoritarismo como en democracia) es la persistencia de la desigualdad de ingresos y riquezas un fenómeno de raíces históricas en Chile pero que se ha exacerbado en décadas recientes. Este artículo documenta varias dimensiones de la desigualdad, examina las causas de su persistencia, discute sus efectos económicos y sobre la democracia e identifica la necesidad de un nuevo contrato social más equitativo e inclusivo.

Abstract
Chile has been seeking a durable social contract in recent decades. This has gone through various experiences such as the “revolution in freedom” of the 1960s, the “Chilean way to socialism” in the early 1970s, the “social market economy” under the military regime and “growth with equity” in the 1990s (the motto was abandoned in the 2000s). A constant of the neoliberal era (under the authoritarian and democratic variants) is the persistency of inequality of income and wealth a historical feature of Chilean society but exacerbated in recent decades. This article documents several dimensions of Chilean inequality, examines the causes of its persistence, analyzes its effects on the economy and democracy and highlights the need for a new more equitable and inclusive social contract.
1. Introducción
El modelo económico chileno es alabado internacionalmente por sus logros en materia de estabilidad macroeconómica, apertura externa, mayor crecimiento y potencial productivo; sin embargo, el terremoto del 27 de Febrero mostró también grietas preocupantes en la infraestructura física y social del país. La prosperidad de las últimas dos décadas nos ha permitido recientemente ser admitido como miembros de la OCDE, un club de países ricos (con algunas excepciones como México y Turquía y ahora Chile). Sin embargo, una de las características de la mayoría de las economías de la OECD es tener índices desigualdad económica muy inferiores que los de Chile y de la mayoría de los países en desarrollo[2]. Los criterios de admisión a este club cubren un conjunto de indicadores que van desde la capacidad de manejo macroeconómico, los marcos regulatorios, la transparencia y otros. El rol que juega la distribución del ingreso en los criterios de la OECD es una interrogante abierta.
A pesar de haber sido relegado a un segundo plano en la era neoliberal, el tema distributivo en Chile ha sido siempre importante. Este ha motivado la búsqueda (por acción u omisión) de varios tipos de contrato social en las últimas cuatro décadas, pasando por la “revolución en libertad” de los 1960s, la “vía chilena al socialismo” de inicio de los 1970s, la economía social de mercado” del régimen militar y el “crecimiento con equidad” de los 1990s (este lema fue abandonado en los 2000s). Cada contrato social conlleva un arreglo institucional propio, una definición del rol del estado, de los diversos agentes sociales y una matriz cultural de legitimación del orden social vigente. [3] Las últimas tres décadas han sido de gran continuidad en lo anterior reforzando y consolidando un modelo de capitalismo neoliberal con prominencia del lucro, no solo en la producción de bienes, sino en esferas como la educación , la salud, los medios de comunicación y las universidades privadas a una escala históricamente sin precedentes en la sociedad chilena. Sin embargo al mismo tiempo se ha intentado moderado el neoliberalismo con políticas de protección social de transferencias del estado y de reforma de la seguridad social.
Chile es una sociedad que ha gozado de una innegable prosperidad macroeconómica en los últimos 20 años aunque con una desaceleración en su ritmo de crecimiento económico en la última década. Sin embargo este crecimiento ha ido acompañado de una persistente desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza, a pesar que la pobreza ha disminuido (como lo evidenció el reciente terremoto la vulnerabilidad de la pobreza es aún grande). Somos, así, un país con una modernidad de fuertes contrastes. Materialmente se han logrado logros importantes: hay un alto nivel de conectividad a internet, de uso de teléfonos celulares y la población tienen acceso a bienes de todo tipo (productos electrónicos, autos, viajes, ropa). No obstante el país depende para sus comunicaciones, el agua potable y la electricidad enteramente de las empresas privadas proveedoras, sin sistemas alternativos de provisión de estos servicios, que lo deja vulnerable tanto en su seguridad interna como externa. Al igual que países capitalistas desarrollados a los que tratamos de emular la sociedad de consumo que se ha asentado se basa, en gran medida, en el crédito y el endeudamiento de las personas y las familias. Junto a esta amplia disponibilidad de bienes y crédito, el acceso y la calidad de la vivienda y de los servicios sociales como la salud, la educación y otros están fuertemente diferenciados según la capacidad económica de los usuarios. La educación superior se ha expandido mucho con la entrada de las universidades privadas que privilegian el lucro y la docencia más que la investigación. El tipo de inserción laboral (sueldos, calidad de los empleos) de los nuevos contingentes de graduados de estos centros de estudio permanece aún una incógnita. [4] La salud está también muy diferenciada por el nivel socio-económico del usuario: así en barrios de altos ingresos encontramos clínicas de alto nivel y lujo; sin embargo en barrios más populares y en provincia los hospitales públicos están atochados y sufren de falta de recursos humanos y financieros, además muchos de ellos mostraron tener una débil infraestructura física y fueron muy afectados por el terremoto. Por otra parte, hay una tendencia a que nuestras ciudades se organicen en barrios segregados, separados e incomunicados. Al mismo tiempo vemos aumentos de la delincuencia.
La experiencia neoliberal Chilena de las últimas tres décadas a pesar de sus peculiaridades no es única en el mundo. Estas políticas se han aplicado con distintos grados de radicalismo en Rusia, los países Bálticos y naciones de Europa oriental tras la caída de los regímenes socialistas de esa región. El fenómeno de la desigualdad ha adquirido características globales Se ha observado un aumento de la desigualdad también en países tan influyentes como Estados Unidos, el Reino Unido, Rusia, China, India, Sud-África y otros. En contraste, los países Escandinavos y varias economías de Europa continental han conseguido moderar las tendencias a la desigualdad asociadas al libre mercado y la globalización a través de la acción de sus estados de bienestar.
Este artículo examina el tema de la desigualdad desde varias perspectivas. Primeramente, aporta varios argumentos de porque la desigualdad es problemática tanto desde un punto de vista ético-moral como instrumental en términos de su impacto económico y sobre calidad de la democracia. Enseguida se analizan distintos indicadores de desigualdad en Chile referente a ingreso, riqueza y concentración de mercados. Después el artículo analiza varios factores causales de la persistencia de la desigualdad en Chile. Finalmente, se examinan opciones para reducir la desigualdad en el marco de un nuevo contrato social más equitativo e inclusivo.
2. Porque la desigualdad es problemática?
Una de las características culturales del capitalismo actual es la indiferencia hacia la desigualdad. El enfoque dominante es que el problema es la pobreza y no la desigual distribución de los frutos de la prosperidad y la modernidad. Las causas de esta actitud son varias. Por una parte en Chile está el recuerdo de que las políticas redistributivas de la segunda mitad de los años 1960s con Frei Montalva e inicios de los 1970s con Allende generaron una fuerte resistencia en las elites y terminaron finalmente en una desestabilización económica y política del país. Intentar cambios en la estructura del poder económico (ingreso, riqueza, control de activos) y redistribuir el ingreso – aunque sea con otros instrumentos y modalidades--- sería cortejar nuevamente el desastre. Por otra parte está la noción de que la economía de mercado premia a los que se esfuerzan mas, trabajan duro y tienen mejores iniciativas empresariales. Interferir con la magia del mercado solo retardaría el desarrollo nacional.[5]
En cambio nadie estaría en contra de asegurar a la población acceso a los bienes necesarios para cubrir sus necesidades básicas.[6] Esta postura es minimalista y no genera conflictos ni necesita cambios en la estructura de poder económico. La práctica estándar para clasificar a una persona, o familia, como pobre es comparar los ingresos de estas con el costo de una canasta mínima de satisfacción de necesidades básicas. La ventaja práctica de este método es que, en principio, se puede “medir” la pobreza y, si se creen los números obtenidos, estos pueden ser comparados en el tiempo y entre países para inferir avances o retrocesos en la “lucha contra la pobreza”. Por supuesto esta medida de la pobreza es prácticamente una caricatura de la condición humana. El tema de la condición humana ya preocupó a los filósofos griegos de la antigüedad como Platón y Aristóteles, a los utilitaristas como Bentham y Jevons, y a pensadores como Marx, Arendt, Sartre, Sen, Cohen y otros, que trataron de ir más allá de las condiciones materiales de las personas para inferir felicidad, satisfacción y calidad de vida. Varios de estos autores usan una métrica amplia que considera otras dimensiones relevantes como alienación versus auto-realización, capacidades para llevar una vida plena, el sentido de pertenencia a la familia y a la comunidad, reconocimiento social, acceso a bienes estéticos, capacidades creativas, y la práctica de la solidaridad social como medio de trascendencia moral. Obviamente ni la canasta de bienes de consumo y servicios mejor medida del mundo va ser capaz de reflejar, cabalmente, estas consideraciones. Sin embargo los gobiernos y las instituciones internaciones necesitan mostrar resultados concretos de su acción y aparentemente la lucha contra la pobreza es capaz de movilizar consensos en torno a un objetivo, en apariencia inobjetable, pero que analizado con profundidad necesita de profundas revisiones.
Bienestar, felicidad y desigualdad.
A pesar de estas consideraciones una parte importante del “problema económico” es lograr que la población se alimente bien y pueda satisfacer sus necesidades de consumo, abrigo, vivienda, salud. [7] En este sentido, asegurar que la población pase ese umbral mínimo es una prioridad valida, en la medida que sea visto solo como una solución parcial del “problema social” y no como la solución final. Pretender la “eliminación” de la pobreza aunque es un objetivo loable puede ser casi un espejismo, si consideramos que la misma línea de la pobreza se eleva con el nivel de desarrollo económico de un país. Así una persona considerada como “pobre” en un país de alto ingreso como Suecia seguramente sería considerado como de clase media acomodada en un país pobre como Haití. Mientras más alto es el nivel de desarrollo, mas alta es la vara para considerar a una persona como pobre. Una observación mas detenida del comportamiento y la naturaleza humana revela que las necesidades se vuelven relativas y ahí el problema adquiere otro cariz. Lo relativo puede ser “horizontal” respecto a lo que tienen otros y entonces dependemos de la distribución de los ingresos y las oportunidades. También lo relativo puede ser definido en relación a lo que una persona o familia tenían en el pasado (contar con un TV blanco y negro era probablemente una enorme fuente de satisfacción para una familia en la década de 1960 pero hoy, al finalizar la primera década del siglo 21 volver a un TV blanco y negro sería un evidente retroceso para muchos). También lo relativo puede ser respecto a las expectativas de bienestar material futuro de las personas. En cualquier caso, pasando del umbral de satisfacción de sus necesidades básicas (como ya vimos este criterio obviamente también cambia en el tiempo y a través de los países, su felicidad y satisfacción la evaluarán en una perspectiva relativa.
Compararse a otras personas no es solo un problema de “envidia” como algunos aducen para descartar la preocupación por el tema distributivo. Simplemente parte de la satisfacción (o frustración) de la gente se deriva de su percepción de vivir o no en un orden social justo, donde las oportunidades son percibidas como razonablemente iguales para todos, donde la capacidad de esfuerzo individual y colectivo, el talento, la inventiva y la actitud frente al riesgo son los determinantes fundamentales de la capacidad de progreso económico y de generación de ingresos de las personas más que los contactos sociales, la pertenencia a un partido político, la riqueza familiar o el origen social.[8] Muchas veces la satisfacción con el entorno laboral, la capacidad de participación ciudadana, la inserción comunitaria y una vida familiar plena son tantas o más importantes que el acceso a los bienes de consumo.[9] Lamentablemente nuestro modelo económico y las varas culturales de éxito que este modelo ha generado premian más el consumo material que estas otras dimensiones de satisfacción humana.
Costos de la desigualdad
Económicamente, la desigualdad y la concentración económica generan una serie de costos económicos y sociales. Enumeremos al menos dos.
Perdida de capacidades y talentos. Cuando los activos que llevan al crecimiento económico (educación, crédito, voz y acceso a las políticas públicas) se reparten inequitativamente, entonces se desaprovechen las capacidades y talentos de segmentos de la población que no va a buenos colegios, que no cuentan con los recursos económicos para pagar las muy caras universidades, que no tienen acceso al crédito productivo, y que tienen limitado acceso a los medios de comunicación para hacer ver sus puntos de vista e influir en la definición de las políticas públicas. Estas dinámicas de exclusión y diferenciación social tienden a reproducir la desigualdad existente. Romper este círculo vicioso no es fácil.
Crecimiento económico y desigualdad. Tiempo atrás se pensaba que era necesario, en las fases iniciales del proceso de desarrollo concentrar la distribución del ingreso en los grupos de rentas altas para generar excedentes de ahorro que financiaran una aceleración del crecimiento económico. Este razonamiento suponía que todo lo que se ahorraba se invertía lo que no siempre es así. En particular, la misma concentración de la distribución del ingreso deprime el ingreso de los sectores pobres y medios generando insuficiencias de consumo y gasto lo que atrofiaba los estímulos a invertir por falta de mercados internos. Nuevos análisis del tema han llegado a la conclusión opuesta que la desigualdad de ingresos y riquezas en la sociedad tiende a castigar o penalizar el crecimiento económico. Se han identificado al menos cuatro mecanismos detrás de este resultado: (i) en sociedades muy desiguales, para reducir los conflictos distributivos y facilitar la gobernabilidad, se necesita aumentar las transferencias del estado y el gasto publico. Para financiar estos gastos se necesitan mayores niveles de impuestos lo que puede tener efectos adversos en la inversión y por lo tanto en el crecimiento[10], (ii) la desigualdad crea tensiones sociales, conflictos laborales y distributivos que generan incertidumbre, deterioran las relaciones laborales al interior de las empresas y el clima político del país y penalizan la inversión y el crecimiento y (iii) la desigualdad además castiga los retornos de invertir en educación, iv) la desigualdad orienta los mercados de capitales hacia las empresas grandes y las personas de ingresos altos y deja sin financiación proyectos rentables de personas pobres y de clase media (ya sea para invertir en educación y/o PYMES) los que quedan fuera del circuito de crédito[11]. Sin crédito se obstaculiza el crecimiento de las PYMES que generan mucho empleo.
Concentración económica, dinero y democracia.
La relación entre riqueza, poder económico y democracia tiene varias aristas que se pueden enumerar. Primero, es casi un axioma que para ser elegido en cargos de representación política (parlamentarios, alcaldes, concejales, Presidente de la Republica) se necesitan recursos económicos. Hay que hacer propaganda política, reunirse con los votantes, tener acceso a los medios de comunicación y conseguir el voto ciudadano. Segundo, el lobby orientado a influir en la promulgación de leyes y en la toma de decisiones públicas es también costoso. Tercero, dedicarse a la actividad política en si es una actividad costosa. Si la persona no cuenta con riqueza propia, esta debe trabajar para sustentar su hogar. No hay mucho tiempo entonces para dedicarse a la polis como decían los griegos. Es un lujo que los pobres no pueden afrontar. De ahí el reducido número de representantes obreros, campesinos y trabajadores de bajos ingresos que se observa en el parlamento. Cuarto, la propiedad y los contenidos de los medios de comunicación es clave para una democracia informada y plural. Si los medios son dominados por algunos grupos económicos este pluralismo y diversidad informativa se afecta, distorsionando la democracia.[12]

3. Las varias dimensiones de la desigualdad en Chile
Chile tiene una distribución de ingresos muy desigual, bastante estable en el tiempo y con fuertes mecanismos de reproducción y de preservación del status quo.
Examinemos estas tendencias al desarrollo desigual en tres frentes: (a) ingresos, (b) riquezas y (c) presencia de mercados. Cabe agregar también que este desarrollo desigual se observa también en otras dimensiones como son la gran concentración de la distribución territorial de la producción en la región Metropolitana y el consiguiente centralismo económico y administrativo del país; y la heterogeneidad productiva entre empresas grandes y medianas y pequeñas.
Concentración de ingresos.
Una medida cuantitativa ampliamente usada para evaluar la desigualdad de ingresos (o riquezas) en una sociedad es el llamado coeficiente de Gini que se ubica en el rango de 0 a 100 por ciento). Cuando los valores del índice son más altos hay una mayor desigualdad de ingresos; en contraste, cuando el índice es más bajo, la desigualdad es menor. El coeficiente de Gini de los llamados ingresos autónomos es decir a los ingresos generados por las personas en el mercado antes de transferencias del estado, registra un valor promedio de 56.7 por ciento para el periodo 1987-2006.[13] Como ilustración el valor promedio del índice de Gini de la OECD es de 38 por ciento (hacia fines de los 2000), un valor muy inferior al chileno. Cuando se calcula el valor promedio del coeficiente de Gini para el mismo periodo a los ingresos monetarios que si incluyen el valor de las transferencias monetarias del estado el valor del índice baja, levemente, a 55.6 por ciento. Es decir después de ajustar por transferencias monetarias del estado la desigualdad de ingresos en Chile varía poco (si se incluyen transferencias no monetarias la desigualdad bajaría un poco mas). Es importante destacar que en Chile a pesar de la aceleración de crecimiento económico que ha tenido lugar en las últimas dos décadas la desigualdad no se reduce significativamente (relativa constancia del coeficiente de Gini). Lo que sí ha resultado más sensible al mayor crecimiento es la pobreza que ha disminuido sustancialmente aunque como ya se mencionó anteriormente y como lo dejó evidenciado el terremoto cabe revisar, conceptual y empíricamente, los conceptos de pobreza que se utilizan, ya que la vulnerabilidad de las localidades pobres es mayor que lo que sugieren las cifras abstractas de pobreza. En definitiva, en la democracia actual, la distribución del ingreso se ha “polarizado” en el sentido que la participación en el ingreso total del 10 por ciento más rico se mantiene casi constante en el periodo 1987-2006, lo que incluye el periodo de transición posterior al régimen de Pinochet.
Grafico 1. Chile: Ingresos promedio según grupos de ingresos, 2006
(Miles de pesos corrientes)
Panel A: Deciles

Panel B: Ventiles
Fuente: Solimano y Torche (2007) basado en datos de la Encuesta CASEN 2006.
El gráfico 1 (paneles A y B) muestra como se dividen los ingresos por deciles y ventiles (la distribución ordenada por grupos de 10% y 5% respectivamente). El gráfico indica que la desigualdad de ingresos en Chile se debe, principalmente, a una concentración en la parte alta de la distribución (es decir, en los más ricos del 10 y 5%) más que a una pobreza muy acentuada en la base de la distribución de ingresos. Además, la distribución es relativamente uniforme (baja disparidad de ingresos) desde los deciles 1 al 9, que incluye desde los sectores pobres a distintos gradientes de la clase media.[14] La diferencia más importante está en la participación de ingreso de los más ricos en relación con el resto de la población. Parte de estas diferenciales se aminoran con las transferencias no monetarias del estado, pero el hecho que deseamos destacar acá es que el sistema económico genera, endógenamente, altas desigualdades que el estado busca corregir a través de la política social.
Concentración de riquezas
Una constante histórica de la estructura económica y social de Chile, replicada en otras economías latinoamericanas, es un alto nivel de desigualdad en la distribución de la riqueza productiva (capital, tierra, recursos naturales) y de la riqueza financiera. Antes de la reforma agraria de la década de 1960 la principal fuente de concentración de la riqueza productiva en Chile era la tierra. Actualmente, la principal fuente de concentración de riqueza reside en la propiedad del capital físico de las empresas, la banca y los activos financieros. Lo anterior genera una concentración, en pocas manos, de la distribución de los ingresos (flujos) como utilidades, dividendos e intereses. [15] Es posible afirmar que la desigualdad de ingresos y riquezas se tornó más alta después de 1973. La desigualdad ha acompañado tanto la implementación de políticas de libre mercado “puro y duro” en el periodo de Pinochet como la fase siguiente de mantención y consolidación del modelo de libre mercado, suavizado con mayor protección social, por los gobiernos democráticos iniciados en 1990. La tendencia a la concentración de la propiedad en Chile está confirmada por varios estudios empíricos. [16] Esta concentración de activos en Chile se observa en una amplia gama de actividades económicas que incluyen las tenencias de acciones del sector industrial, en la banca, en las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y en las ISAPRES (proveedores privados de servicios de salud). [17] En Molina (2005), se muestra que los cinco grupos económicos más grandes de Chile serían propietarios, directa o indirectamente, del 47.6 % del valor de activos de las empresas que cotizan en la Bolsa de Comercio de Santiago.[18] En el sector bancario, los tres bancos privados de mayor tamaño tienen una participación superior al 50% de las colocaciones del sistema bancario (esto excluye al Banco del Estado). Finalmente, las tres Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP, de mayor tamaño acumulaban el 70% de los fondos de pensiones, en el año 2000 (en el 2007 este porcentaje sube a 74 %, ver anexo). Por otra parte, siete ISAPRES captaban cerca del 92% de los beneficiarios y el 93.4% de las cotizaciones. En el Mapa de la Extrema Riqueza, elaborado por Fazio (2005) en base a información de la Bolsa de Comercio y de la Superintendencia de Valores y Seguros, se construye un ranking de patrimonio de sociedades anónimas e identifica a sus principales controladores por grupo económico. En el estudio se destacan los altos índices de concentración en la banca, ISAPRES, supermercados, comercio minorista, el sector farmacéutico y energético. Más abajo en este documento presentaremos evidencia reciente de concentración en estas áreas de actividad económica.
Concentración de mercados
Parte de la concentración de ingresos y riquezas que hemos documentado para Chile está asociada a estructuras de mercados poco competitivos y concentrados.[19] Parte de las tendencias concentradoras que se observan en Chile se debe a que el tamaño de los mercados con débil competencia del exterior vía importaciones es relativamente pequeño aunque ha aumentado con el crecimiento económico y el mayor poder de compra de las familias. Para medir empíricamente el grado de concentración de mercado se utiliza, internacionalmente, el índice de Herfindahl-Hirschman (HHI) que puede tomar valores en el intervalo de 0 a 100 por ciento (al igual que el coeficiente de Gini). Mientras más cercano a 100 por ciento el valor del HHI, mayor es el grado de concentración de empresas en el mercado, lo contrario cuando el índice es menor.
Para tener una primera aproximación del grado de concentración de la economía chilena se calcula el índice HHI para seis sectores: farmacias, forestal, bancos, AFP, minería e Isapres. La definición de concentración de mercados (usada para evaluar fusiones de empresas) en países como Estados Unidos es la siguiente: un sector es calificado como no concentrado si el HHI es menor que 10 por ciento, como moderadamente concentrado si el HHI se ubica entre 10 por ciento y 18 por ciento y altamente concentrado si el índice HHI es mayor que 18 porciento. Usando esta definición para Chile en el año 2008 encontramos que los seis sectores analizados se ubican entre moderadamente concentrados y altamente concentrados (no hay un solo sector, de los seis escogidos, que se pueda clasificar como “no concentrado” según la definición de concentración de mercados que se usa en Estados Unidos). Entre los sectores altamente concentrados encontramos las farmacias con un HHI de 29 por ciento y las AFP´s con un índice de 21 por ciento. Los sectores “moderadamente concentrados” con esta definición son: minería (15 por ciento), banca (13 por ciento), forestales (13 por ciento), e ISAPRES (17 por ciento). Además, el grado de concentración de mercados de las farmacias, forestales, AFP e ISAPRES aumentó en la década de los 2000 y ha permanecido relativamente constante en la minería y la banca. Cabe notar también que esta concentración económica se observa en sectores que son regulados por superintendencias (como las AFP, ISAPRES, y Bancos). En el caso de la previsión social se ha dado una muy significativa reducción en el número de Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) en los últimos años 10 a 15 años en Chile. En efecto en 1996 había veintidós (22) AFP mientras que en el año 2009 hay solo cinco (5) AFPs que administran los fondos de pensiones de varios millones de contribuyentes chilenos. El sistema de AFP privadas (un negocio altamente rentable) funciona sin competencia de una AFP pública, o de AFP extranjeras.
4. Causas de la desigualdad de riqueza e ingresos en Chile
Un análisis a fondo de las principales causas de la desigualdad de ingresos y riquezas, su persistencia en el tiempo y el papel jugado, por acción u omisión, por las políticas económicas escaparía a la extensión de este artículo. Sin embargo, podemos identificar seis factores explicativos:[20]
(a) Persistencia histórica de la desigualdad en Chile que ha generado estructuras de poder, una matriz institucional y patrones culturales orientados a dar legitimidad y reproducir este fenómeno en el tiempo. Además, estas tendencias endógenas a la persistencia de la desigualdad del modelo de libre mercado no han sido compensadas por una acción pública en la dirección contraria en las últimas décadas.
(b) Dispersión salarial. Una fuente importante de la desigualdad está asociada a la dispersión de los ingresos salariales, con grandes diferenciase entre los cargos gerenciales y profesionales y los cargos medios y bajos tanto al interior de las empresas como entre empresas de distinto tamaño. Además con la apertura al exterior de la economía y el fenómeno de la globalización estas diferenciales muchas veces tienden a aumentar. Las empresas que deben competir en los mercados internacionales ya sea exportando o compitiendo con importaciones, tratan de reclutar y mantener trabajadores, técnicos, profesionales y ejecutivos con mayores niveles de calificación técnica, educación, y una actitud favorable a la toma de riesgos. En el rango profesional y ejecutivo estas personas, a menudo, vienen de familias acomodadas y cuentan con buenas conexiones sociales. En este sentido hay un “premio salarial” por mayores niveles educativos y conexiones sociales.
(c) Segmentación entre educación pública y privada. Un mecanismo tradicional de movilidad social ascendente es la educación. Sin embargo las crecientes diferencias existentes entre los recursos que dispone la educación pública a la que asisten los hijos de familias trabajadoras y parte de la clase media en contraste con los recursos muy superiores utilizables para la educación privada en que asisten los hijos de las familias de clases medias acomodadas y familias de altos ingresos se ha transformado en un factor importante de diferenciación social. Se estima que por cada peso que recibe un alumno de la educación pública (primaria y secundaria), el alumno de los colegios privados recibe cuatro pesos. Esta relación de uno a cuatro es indicativa de la falta de igualdad de oportunidades. Una educación más igualitaria reduciría la desigualdad de ingreso generadas por el sistema educativo vigente. Finalmente, hay que considerar la existencia de una doble causalidad entre educación y desigualdad. Por un lado las diferenciales de recursos y calidad entre la educación pública y privada aumentan la desigualdad; por otro lado al estructurarse el sistema educativo según la capacidad de pago de los estudiantes (determinado por su ubicación en la distribución de la renta) , el sistema educativo refleja y amplifica la desigualdad existente en la sociedad.
(d) Concentración de mercados y propiedad de los activos productivos. Una causa importante de la desigualdad de ingresos es la alta concentración de la propiedad en sectores claves, tales como la banca, la manufactura, el comercio al por menor, las AFP, farmacias y otros sectores que hemos documentado en este articulo. Esta concentración genera altas tasas de retorno por unidad de capital invertido a los dueños del capital y por ende un flujo alto de utilidades, dividendos y otras rentas de la propiedad a las elites económicas.
(e) Sistema tributario. Chile se destaca por una alta dependencia en su estructura tributaria de los impuestos indirectos (un IVA muy alto) en relación a los impuestos directos, lo que refleja el hecho que las elites económicas se resisten a pagar mayores impuestos al ingreso, un rasgo común en la mayoría de América Latina. Así el sistema tributario chileno tiene la peculiar combinación de un nivel muy bajo de impuestos directos a las empresas, (no así a las personas) tanto nacionales como extranjeras, (de los más bajos de América latina) y a su vez uno de los IVA más altos de la región. También existe un conjunto de exenciones tributarias que son generalmente regresivas. Lo anterior, ciertamente, no contribuye a hacer más equitativa la distribución de ingreso en el país.
( f ) Débil poder de negociación del sector sindical. Chile tiene un bajo nivel de sindicalización de los trabajadores, alrededor de 10 % de la fuerza laboral ocupada. El debilitamiento del poder sindical, que llegó a su máximo nivel histórico en el gobierno de Allende, se inició con el régimen de Pinochet que reprimió fuertemente el movimiento de trabajadores e introdujo una legislación laboral atomizadora de los sindicatos. En democracia la legislación laboral heredada del periodo autoritario no ha cambiado sustancialmente. Esto limita el poder de negociación de los trabajadores frente a los empresarios lo que reduce la capacidad de obtener una participación mayor del factor trabajo en las ganancias de productividad que se generan en una economía en crecimiento como la chilena.[21]

5. Contrato social y políticas hacia la desigualdad
El contrato social Chileno actual, en gran medida, tiene su eje en el modelo económico. Este contrato social es reforzado por una matriz institucional (sistema binominal, poder asimétrico en las relaciones laborales, duopolio de la prensa escrita, privatización creciente del sistema universitario) que hace difícil el cambio social y tiende a mantener el estatus-quo.[22] En este contexto el tema de la desigualdad es un “convidado de piedra” del modelo económico y el contrato social. En esta perspectiva, una reducción efectiva de la desigualdad, requeriría de un nuevo contrato social que reexamine y reforme las instituciones que la mantienen y la reproducen en favor de las elites económicas. Este nuevo contrato social debe redefinir la política social ampliando sus alcances, objetivos e instrumentos. También se debe balancear una política económica que da mucho más prioridad a los objetivos macroeconómicos que a los distributivos. Un nuevo enfoque de política social debe incorporar, en su diseño conceptual y operativo además de los sectores pobres, a las clases medias, debe reducir la enorme segmentación prevaleciente en el acceso a la educación, salud y vivienda según nivel económico y estatus social, debe dar más poder a las organizaciones sociales para que junto a los organismos de regulación del estado sean actores activos en la fiscalización de las practicas anti-consumidor de los conglomerados económicos. También se debe fortalecer la capacidad de apoyo y fomento de las PYMES fuente de empleo e ingreso de sectores populares y de la clase media. Los desafíos que enfrenta el Chile del bicentenario y de las décadas siguientes son múltiples. La economía debe elevar su capacidad de crecimiento de largo plazo, pero este crecimiento debe ser menos dependiente de los recursos naturales no-renovables, debe ser amistoso con el medio ambiente, favorecer una localización geográfica de la actividad económica menos concentrada en la región metropolitana y menos vulnerable a los desastres naturales. Hay que favorecer un estilo de vida más humano, en ciudades menos congestionadas y más seguras. La experiencia de las dos últimas décadas, muestran que la distribución de ingresos no mejora automáticamente con el crecimiento económico, al contrario este puede ser inequitativo al tiempo que genera riqueza. La dinámica de los mercados y la globalización, junto al acceso preferente al crédito, tecnología y mercados de las empresas grandes en relación a las medianas y pequeñas generan tendencias de concentración de mercados y riqueza, que debe ser contenido con políticas públicas de regulación económica, anti-colusión y pro-transparencia y con una redistribución de poder a los agentes sociales excluidos por la concentración y el control mediático. El estado debe desplegar con fuerza los medios que dispone para este fin y fortalecer las superintendencias y los mecanismos de protección del consumidor, ayudados por el control ciudadano, por una prensa independiente y plural y por organizaciones sociales revitalizadas. Chile debe estar abierto a la crisis del modelo neoliberal en el mundo. El reciente terremoto y la explosividad social latente que este evidenció, son un llamado de alerta que hay que escuchar en la búsqueda de un desarrollo incluyente, equitativo y genuinamente democrático.


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[1] Economista y Magister en Economía de la Universidad Católica de Chile, Doctor en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT, Estados Unidos. Presidente del Centro Internacional de Globalización y Desarrollo, CIGLOB. Correo: asolimano@gmail.com.
[2] Sin embargo, algunas de estas economías, como Estados Unidos y el Reino Unido si han visto aumentar sus coeficientes de desigualdad en las últimas tres décadas.
[3] El concepto de contrato social, está en la tradición de Jean Jacques Rosseau, John Locke y más contemporáneamente John Rawls. Este autor desarrollo su concepto de un contrato social justo, -- ver su Teoría de la Justicia--, diseñado en la “situación original” bajo el “velo de la ignorancia” para asegurar que los intereses de los diseñadores del contrato social no atenten contra un orden social e institucional justo. Para Rawls, la Constitución (documento legal) de una nación debe ser reflejo de dicho contrato social justo. Los argumentos de Rawls apuntan a la necesidad de que el contrato social debe ser elaborado con independencia de los intereses de los que detentan el poder institucional y político en el momento de su deliberación. En caso contrario, no se cumple el principio del velo de la ignorancia en la situación original, condición esencial para un contrato social justo. El tema se empezó a tratar, muy sucintamente, en la última campaña presidencial del 2009.
[4] Aparentemente las universidades son actividades muy rentables., pero su estatus formal es el de “corporaciones privadas sin fines de lucro”. Para lograr esta rentabilidad los estudiantes y sus familias deben pagar altos aranceles y matriculas (los tiempos de la clase media con acceso casi gratuito a la educación superior son ya cosa del pasado). Además, consistente con la lógica del mercado y del lucro muchas veces estas universidades se parecen a verdaderas fábricas para producir profesionales en masa.
[5] Existe en la literatura sobre desigualdad, tanto aplicada como teórica, (ver Dworkin, 1981a y 1981 b, Roemer 1994, Solimano 1999, 2000, Cohen, 1995, Sen, 2009) una amplia discusión sobre cómo enfocar el tema de la desigualdad, que instituciones se deben construir y “que se debe igualar” si se desea un sistema económico razonablemente justo. Tradicionalmente, la literatura hace una distinción entre igualdad de oportunidades e igualdad de resultados. En la literatura teórica sobre este tema se distingue entre los factores que están más allá del control individual del individuo (o factores “moralmente arbitrarios” como se lo denomina en la tradición de la filosofía económica) y factores de resultado. Entre los factores exógenos al individuo están generalmente atributos como la raza, el género, el lugar de nacimiento, el status económico de su familia al nacer y ciertos talentos heredados o genéticos. Algunos autores agregan también el acceso a activos productivos. En contraste, los resultados son variables que miden el éxito de las personas en su vida laboral a través del ingreso, riqueza, status y logros de diverso tipo. El estándar de vida y los logros de las personas serían entonces el resultado del esfuerzo individual, el talento laboral o empresarial, la actitud de las personas respecto al riesgo, y finalmente el factor suerte. En el enfoque de igualdad de oportunidades se busca asegurar un “punto de partida” igual para todos en cuanto a oportunidades y a una vida de realizaciones y progreso económico. Lo que suceda después, durante la vida de las personas, en este mundo idealizado de igualdad de oportunidades, sería el resultado del esfuerzo individual y el uso de talentos que serían parte de la responsabilidad de las personas.
[6] Ver Solimano y Pollack (2006).
[7] La pobreza tendería a desaparecer con el crecimiento económico y de la presión social por mejorar la situación de los sectores populares y pobres. Así lo indicó hace tiempo el famoso economista británico John Maynard Keynes quien escribió, en medio del pesimismo de la depresión de los años 30 un famoso artículo titulado The Economic Possibilities of our Grandchildren (Las Posibilidades Económicas de Nuestros Nietos) que con el cerecimiento la hum. En dicho artículo Keynes mostraba que un país creciendo a una tasa razonable (3 por ciento por año para el Reino Unido fue su ejemplo) resolvería su problema económico, entendido como contar con los bienes materiales para cubrir las necesidades fundamentales de la población, en no más de dos generaciones. Por supuesto la sociedad inglesa era menos desigual que la Chilena y por lo tanto derrotar la pobreza era más fácil aunque incluso los países ricos no pueden cantar victoria total en ese frente. Pero el punto de fondo es que el problema de la pobreza tenía solución en un plazo de tiempo razonable.

[8] En este sentido el contrato social justo de John Rawls buscaba un ordenamiento institucional que fuera diseñado en abstracción de estos intereses (ver Rawls, 1970 y notas de pie # 1 en este articulo).Sin embargo esta es la idealización de lo que sería un contrato social justo, no una descripción de la realidad.

[9] Ver Layard ( 2005) para una exposición de la “economía de la felicidad” en que analiza un conjunto de determinantes , no solo ingreso, del bienestar y felicidad de las personas. Para una visión crítica de este enfoque ver Irvin (2008).
[10] Autores como Alesina y Rodrik (1994) encuentran además una relación negativa entre Gini y tasa de crecimiento del PGB per cápita.
[11] Ver Informe del Desarrollo Mundial 2005/06 del Banco Mundial dedicado a la igualdad y el desarrollo que enfatiza la multidimensional naturaleza de la equidad que acompañan a los determinantes económicos, institucionales y políticos. También ver Solimano (2000), Solimano y Torche (2008).





[12] Las elites económicas buscan preservar su poder y reaccionan ante intentos por regular sus negocios y redistribuir la riqueza por parte del estado, al que prefieren lo más pequeño posible. En el ideario conservador este debe solo garantizar el orden público, los derechos de propiedad y proveer algunos bienes públicos esenciales). Las elites buscan influir en las políticas públicas a través del lobby y otros mecanismos orientados a debilitar la capacidad regulatoria del estado y a favorecer legislación y proyectos favorables a sus intereses.

[13] Calculado en base a la encuesta CASEN del año 2006, la ultima disponible. Ver Solimano y Torche (2008) y Solimano (2009b).
[14] Solimano, 2009b.
[15] La evidencia internacional muestra además que la distribución de la riqueza financiera, productiva y de la tierra es generalmente más concentrada que la distribución de los ingresos, siendo los Gini de riqueza generalmente más altos que los Gini de ingresos (ver Davies et al. 2006).
[16] Molina, 2005, Fazio 2005, Solimano y Pollack , 2007.
[17] Una fuente del estudio de Molina (2005) es Lefort y Walker (2004).
[18] Molina, 2005, pp. 9.
[19] Cierta concentración de la producción y provisión de bienes y servicios es requerida para aprovechar economías de escala. Los datos de esta sección se basan en Solimano (2009).
[20] Para una discusión más extensa de de estas causas ver Solimano (2007, 2009a y b), Solimano y Torche (2007), Solimano y Pollack, (2007), Solimano, Tanzi y del Solar (2008).
[21] El rol de la capacidad de negociación de los trabajadores en la apropiación de las ganancias de productividad fue subrayado por el famoso economista inglés David Ricardo hace mucho tiempo.
[22] Ver Solimano (2009b). La democracia chilena puede ser considerada como de “baja intensidad” con reducida participación social electoral de la juventud (cerca de 2.5 millones de jóvenes entre 18 y 29 años no están inscritos en los padrones electorales y no votan los chilenos en el exterior). Es importante consignar la debilidad relativa, en democracia, de los agentes sociales que históricamente tuvieron una agenda pro-igualdad en Chile como el movimiento de trabajadores y otros grupos populares, apoyada por partidos tradicionalmente ligados a estos movimientos sociales.