miércoles, 19 de diciembre de 2007

Articulo de La Tercera -- Cambiando como El Gatopardo -- 16/Diciembre/2007

El conde italiano Giuseppe Tomaso de Lampedusa escribió en su vida solo una novela, la cual lo inmortalizó: El Gatopardo. Este hermoso libro se basó en su observación personal de la vida social en Sicilia hasta la década de 1950 (falleció en 1957) y de su conocimiento de la historia de Italia. Una frase del personaje Tancredi capturó la imaginación de los lectores y se popularizó para siempre: “hay que cambiar para que nada, en definitiva, cambie” en referencia a la inmutabilidad del orden social italiano de mediados del siglo XIX, la importancia en este de las elites, la relación entre el poder económico y el poder político y como el entre-lazado de familias, partidos políticos y costumbres mantenían dicho orden social y económico casi inmutable.
Al leer nuevamente esta novela, en Chile hoy, surge la interrogante: cuanto ha cambiado y cuanto permanece inmutable en el orden económico y social chileno? Tomemos dos puntos de comparación: los años 60 y el momento actual, digamos acercándonos al fin de la primera década del siglo XXI. Son aproximadamente 40 años, tiempo suficiente para hacer alguna comparación relevante. Que cambió? Claramente el nivel de vida material de las personas. En los años 60 el PIB por persona de Chile era solo una fracción del actual mejorando el estándar de vida material del “chileno promedio” (existe ese concepto?), aunque el estándar de vida de esa época tampoco era demasiado modesto. Hoy producto de la aceleración del crecimiento económico principalmente de los últimos 20 años la gente, en promedio, vive mejor. Tiene mejores casas donde habitar, mejor vestuario, la infraestructura se modernizó y las personas tienen acceso a una variedad de bienes que simplemente no existían en esa época: teléfonos celulares, DVD, TV de alta resolución, etc. Nuestra economía es hoy de mucho mayor tamaño que en el pasado, su estructura productiva es mas moderna y su mercado de capitales moviliza niveles de ahorro impensables cuatro décadas atrás.
Sin embargo, este progreso no está exento de contradicciones: mientras nuestra macroeconomía se hizo mas estable y sofisticada, nuestros ciudadanos, sus casas y barrios se tornaron físicamente mas vulnerables (o inestables) por la delincuencia. La gente vive con más stress, gasta mas tiempo transportándose a sus puestos de trabajo y vive mas endeudada. Cambió nuestra estructura social? La respuesta no es inequívoca. Por un lado el porcentaje de pobreza bajó y ese es un avance importante. El “pobre “de hoy es diferente al “pobre’ de 40 años atrás. La desigualdad de ingresos y riquezas actual en Chile no es menor que en los años 60 y quizás sea un poco mayor. La concentración de propiedad de activos productivos y financieros es muy alta en el Chile actual. En este sentido la estructura social varió poco.
En los 60 se escribieron algunos libros sobre la concentración económica de esa época y la sorpresa es constatar como esa realidad no cambió en cuatro décadas, aunque las magnitudes absolutas del valor de la riqueza por cierto son muy diferentes. Chile fue y es un país de elites. El concepto no es tan susceptible de ser medido empíricamente como el IPC o el PIB, pero que las elites existen, no hay duda. Estas elites, generalmente muy estables en el tiempo, están constituidas por dirigentes políticos y empresariales, altos funcionarios del estado y en general personas en posiciones de poder. Un fenómeno interesante es la creciente importancia que ha adquirido la elite del conocimiento (en especial aquella especializada en economía y finanzas) constituida por profesionales altamente educados con post-grados en el extranjero. Esta elite no tenía tanta influencia y poder cuatro décadas atrás en nuestro país. En fin, la novela de Lampedusa da, mágicamente, claves para entender la realidad del Chile actual. Quizás por eso sea un clásico.

* El autor es Economista de la Universidad Católica de Chile y Doctor en Economía del MIT.

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